Esta producción es la segunda entrega de éste personaje sacado desde todo punto de vista, sacado de registro, de lo verosímil, del parámetro clásico de héroe. Digamos que hombre bajo, feo, cincuentón, violento, latino, amante perfecto y deseado por las mujeres más bellas. Increíble, no desde lo admirable o asombroso, sino desde lo no creíble.
Esta secuela es así desde un principio, apuesta fuerte desde la primera imagen, instala al espectador en este delirio que va a ver el producto de una noche de demasiada juerga y sustancias de todo tipo.
Al igual que en la primera, Machete (Danny Trejo) es la única persona que aseguraría el cumplimiento de la ley, aunque él mismo deba usar métodos que la quiebren constantemente.
Toma todos los elementos de la primera y los expone al máximo, explota la locura. Comenzando por el falso tráiler con que abre la historia, luego al final produce un giro tan desequilibrado como todo lo es en esta producción, hasta el humor sinsentido, la violencia glamorosa por momentos, y otras totalmente gratuitas, exultante, excitante hasta en algún punto muy desagradable, sumándole cameos y no tanto de lujo.
Empezando por Charlie Sheen como presidente de los Estados Unidos, y en como es presentado en los títulos, hasta Antonio Banderas o Cuba Gooding Jr. o Lady Gaga, que siendo su primera intervención cinematográfica aparece poco, pero lo hace de una manera eficiente (un colega me dijo que ella es así).
Pese a ello la recomendamos sobre todo a los fanáticos que van a tener un cien por cien de seguridad que se van a divertir, encontrarán guiños, diversión, acción y violencia de todo tipo, mucho humor inteligente y nada de mesetas narrativas aburridas.
La historia comienza cuando contratado por el presidente de Estados Unidos Machete se embarca en una difícil misión: acabar con el líder de un cartel y Luther Voz (Mel Gibson), un traficante de armas potentado, excéntrico, quien ha ideado un arma espacial con un plan para la destruir el planeta y conformar una nueva sociedad vaya uno a saber en qué parte de la Galaxia , y luego retornar.
De tan delirante y hasta obscena que es, hace que por momentos un sienta que unos minutos menos no le vendrían nada mal, lo que si queda claro es que Robert Rodríguez se dio el gusto en vida.
Nada nuevo bajo el sol, ni nada que vaya a quedar en los anales de la historia del cine, reírse un rato de todo y de todos es el objetivo y en muchos momentos lo logra.