Superhéroe latino, disparate simpático
Nuevamente protagonizada por Danny Trejo, el director Robert Rodríguez vuelve a retomar la historia y personajes de la saga post-trailer de Grindhouse. En esta oportunidad, este James Bond latino lucha contra Voz (Mel Gibson).
Primero fue la presentación del personaje, un ex agente federal mexicano al que le asesinan su esposa y su hijo. El hombrón, interpretado por el inescrutable Danny Trejo, entonces fue cumpliendo su venganza y en el camino, regado por la sangre de políticos mesiánicos y policías corruptos, involuntariamente se convirtió en Machete, símbolo de los desarrapados, los espaldas mojadas que en algún momento cruzaron el Río Bravo en busca de un futuro mejor y se convirtieron en mano de obra barata para los gringos.
Si en la primera parte de la saga Robert Rodríguez forzaba al máximo el verosímil y resolvía con éxito el trámite de instalar a un cuasi súperhéroe latino, testeado el entusiasmo que despertó el mix de géneros que van desde el gore, pasando por el western y hasta un poco de cine-denuncia, el director que también puede general éxitos de la industria como Miniespías, se lanza de cabeza a un delirio relativamente gracioso, donde el espectador de cierta amplitud de miras va a preguntarse cuál es el techo de semejante despropósito.
Porque hay un poco de todo, hay que reconocerlo. Vísceras que sirven como sogas amarradas a los rotores de un helicóptero, armas filosas de la nueva generación, clones letales, un arca de Noé, una Miss Texas como agente encubierta y hasta Charlie Sheen como presidente de la nación más poderosa del planeta.
Y Machete, que dobla la apuesta y se convierte en algo así como un James Bond latino, que debe luchar contra Voz (Mel Gibson desatado) y su maquiavélico plan para destruir al mundo, escapar al espacio para volver con algunos elegidos y empezar de cero. Por supuesto que Machete sigue conservando esas características viriles y tan de cómic que lo hacen un personaje fascinante –hay que decirlo, casi exclusivamente por el hierático Danny Trejo–, pero sin embargo, a pesar de que el chiste de Sheen como presidente funcione, y si bien Sofía Vergara como enloquecida mastica-hombres es eficaz, la película no termina de cerrar como es debido.
De la irreverencia con sustento de la primera película, apoyada en todo un pasado de un extraordinario cine exploitation de los años '60 hasta entrados los años '80, se pasó a los chistes sin alma, a la cinefilia calculada y el efecto sorpresa buscado con desesperación. No es que el film sea malo, porque si bien entretiene y en algunos tramos es francamente ingenioso, en conjunto no pasa de ser un disparate simpático.