La secuela de Machete resultó el mayor fracaso comercial en la carrera de Robert Rodríguez.
Desde que debutó en 1992 con El Mariachi esta es la primera vez que un trabajo suyo no logró recuperar el presupuesto invertido.
En este caso hablamos de apenas 20 millones de dólares lo que significa que hasta los propios fans del director le dieron la espalda a esta propuesta y ni siquiera la vieron en el cine.
Con Planet Terror también tuvo problemas pero aquella producción fue un proyecto en conjunto con Quentin Tarantino. La responsabilidad no era completamente de él.
A la continuación de Machete sin duda le jugó en contra un boca en boca negativo, debido a que es la labor más desapasionada de la carrera de Rodríguez donde parecería que la hizo sin ganas, con cero inspiración.
El gran problema de este estreno es que distorsionó el espíritu de la propuesta original.
La primera entrega de Machete fue un divertido revival del viejo cine Grindhouse de acción clase B que se hacía en los años ´60 y ´70.
La nueva producción dejó de lado ese enfoque para presentar una trillada parodia de James Bond que a esta altura no da para más. Ya fue suficiente con la serie de Austin Powers.
El personaje de Machete es parte de la nueva historia pero aparece en una película distinta que tiene algunos destellos humorísticos con los cameos de celebridades de Hollywood que pasan por la trama.
Mel Gibson y Charlie Sheen, que acá se lo menciona en los créditos con su verdadero nombre, Carlos Estevez, son los que levantan por completo la película en cada momento en los que aparecen.
Las escenas de Lady Gaga, que había sido tan promocionada en los afiches, en cambio todas juntas apenas llegan a durar un minuto y no tuvo mucho para hacer en la trama, como la mayoría de los actores secundarios.
El film está plagado de violencia extrema exagerada igual que en el capítulo anterior.
En las primeras secuencias de acción cuando Machete decapita a alguien o le saca las tripas a un villano te podés reír por el humor negro y absurdo que tienen esos momentos.
El tema es que cuando la misma situación se repite una y otra vez en la película, la historia termina por aburrir y se hace demasiado larga. Especialmente hacia el final.
Queda la sensación que Rodríguez perdió la magia en este proyecto y no hizo otra cosa que refritarse a sí mismo.
Ni siquiera se calentó por lo menos en darle una buena motivación al villano de la trama, ya que se limitó a robar literalmente de manera burda el mismo conflicto de Moonraker (1979), de la saga Bond.
Lo peor encima es que el argumento no tiene un final concreto y deja la puerta abierta para una tercera entrega, pensada como una cargada a Star Wars (algo que nunca se hizo), que difícilmente logre concretarse después de semejante fracaso.
Igual Rodríguez es un cineasta independiente y puede hacerla con dos mangos pero hay que ver si sigue adelante con esto, luego de esta continuación que pasó desapercibida en los cines.
Quedó claro con esta entrega que al personaje de Danny Trejo no le da el cuero para tener una saga más extensa y con la segunda parte ya se lo explotó bastante.
El regreso de Machete en definitiva no es otra cosa que la Scary Movie de James Bond que no está para nada al nivel de lo que puede brindar como director Robert Rodríguez, quien en este trabajo se se limitó a filmar una secuela en piloto automático.