Machete Kills (Forever)
Si uno entiende la melodía en la cual se desenvuelve Machete Kills es fácil darse cuenta que es muy improbable que el film no funcione. Las características del universo que maneja Robert Rodriguez en casi toda su filmografía ya de antemano acortan el rango de error. Rodriguez tanto en Machete como en sus productos orientados al público infantil es una máquina de justificar. Esta característica, que a un observador poco interesado por el análisis de este tipo de películas, podría parecerle negativa, es un logro que el director alcanzó por sus grandes virtudes al escribir y que remata con una sólida manera de filmar. El cine de Robert Rodriguez asimila a la perfección cada arista de la construcción clásica de las historias y de su puesta en escena. El director absorbe el denominado Modelo de representación institucional con una facilidad tal que le permite subvertirlo a su antojo.
Machete_Kills_EntradaAl ver el falso tráiler de Machete Kills Again, supuesta tercera parte de la saga, uno lo toma como un salto argumental imposible, un delirio que no encuentra justificación alguna. Después comienza Machete Kills, se desarrolla, y uno queda shockeado por la manera en que deviene en ese falso tráiler imposible, convirtiéndolo en el próximo paso más lógico para el relato.
En este sentido, el guión del film, es un punto a destacar. Aunque parezca, en principio, que el tipo de película no amerita una disección de sus partes, esta nueva aventura del antihéroe mexicano guarda puntos muy interesantes.
Machete Kills se marida con una pizza y una jarra (grande) de cerveza. Al terminar no deja ningún sentimiento de trascendencia en el paladar pero sí un recordatorio con luces de neón casi cegadoras que dice que el cine no debe dejar de ser diversión.
Esta secuela tiene muchos más guiños a clásicos del cine de género que su antecesora y afila aún más el humor irónico basado en la tirante relación del cine Hollywoodense con el verosímil. Pequeños detalles en las actuaciones de los extras, acciones que comienzan segundos después de comenzado el plano evidenciando la orden del director, movimientos de cámara tironeados, diálogos y situaciones estereotipadas, mujeres con corpiños de metralleta y sangre divertidamente falsa construyen la estética B cambiando el grano y las rasgaduras del fílmico de la primera entrega por primeros planos de la cara surcada del inmenso Danny Trejo. Robert Rodríguez demuestra su amor por el cine considerado menor en cada una de sus cintas sin necesidad de recurrir a la referencia directa, sin embargo, opta por reflotarlo constantemente luego de Planet Terror, obra vencedora en ese cabeza a cabeza cinéfilo que lo encontró con Tarantino en Grindhouse.
La saga Machete es necesaria en un contexto donde lo referencial y lo “postmoderno” parece reservado exclusivamente para el “cine de autor”. Un contexto en donde esta clase de películas no funcionan en taquilla de cine pero rompen records de descargas virtuales. La dupla Tarantino-Rodriguez despertó un interés masivo en la realización de un cine que tiene sus raíces en los videoclubs y que parece intentar naturalmente volver al visionado hogareño.