Machete no tuitea.
Imaginen que James Bond dejara la elegancia, la higiene y el sentido más recto de la justicia. Lo que quedaría sería Machete, un hombre-ejército dispuesto a arresgarse a las misiones más peligrosas que pueda dar el mundo. En esta ocasión, Machete es contratado por el mismísimo presidente de los Estados Unidos, que le encarga al mercenario exterminar a Luther Voz, un contrabandista de armas completamente desquiciado que es parte de un plan malévolo digno del peor villano del agente 007.
Hay un punto a destacar, y es que Machete (no solo esta entrega, su saga en si) es una especie de meta-película. Claro que lo que vemos es lo que nos tiene que importar, y es lo que tendríamos que juzgar, pero ahí no se acaba la cosa, porque a su vez es un permanente homenaje a las películas explotation de los 70 y a los descabellados villanos que nos dieron las películas de héroes irrompibles. Esos que tienen al héroe atado mientras le cuentan tooooodo el plan maléfico, con debilidades incluidas. Claro que no es una película para tomarse en serio, y todo aquel que no esté dispuesto a firmar un contrato con el delirio, mejor que vaya a ver otra cosa.
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Machete es un héroe que no cuadra con estos tiempos, y tal vez esa sea la mayor gracia de la película. Hay un ambiente de atraso que ya supera el homenaje. La carrera de Robert Rodriguez, en general, siempre atrasó, y esto no es ni bueno ni malo, solo es un estilo que adoptó y con el que no le fue nada mal. Hasta en películas visualmente innovadoras como Sin City, Rodriguez se sentó sobre un esquema bien de los 60 y 70 y no parece querer moverse de allí. Pero con Machete lo que el director logra hacer es no solo quedarse en sus décadas preferidas, sino meterse en los géneros más sectarios para robar cositas aquí y allá (fiel al estilo de su amigo Quentin Tarantino) y armar su propio collage antiheróico.
Machete Kills no es muy superior a la primera entrega, pero si hay algo que logró mantener, y es cierta frescura, cierto halo de novedad pese a su estética anacrónica. Debe ser porque en Machete hay gente que se anima, se arriesga y se divierte, algo no demasiado habitual en la pantalla grande hoy en día.