Menos revolucionario que antes
Superada la expectativa de Machete, esa creación del mexicano Robert Rodríguez como pretexto del trailler devenido película en 2010, la saga pedía, de existir la posibilidad de una segunda aventura, un cambio de aire para no caer en redundancias sin menoscabar -claro está- la creatividad del director puesta al servicio de la autoparodia de su propia criatura y del exploitation frente a las fórmulas recicladas del Hollywood decadente que debemos padecer en materia de películas del género acción en los últimos años, que se pretenden desde un concepto serio o solemne y causan gracia sin proponérselo.
Machete kills es más de lo mismo pero esta vez los dardos venenosos de la crítica social apuntan en el centro del cinismo de la primera potencia mundial en relación a la carrera armamentista y al negocio privado de la venta de armamento. No hay más que ese eslabón, atado a una cadena que se va oxidando a medida que acumula guiños cinematográficos, exacerba los códigos de películas de dobles agentes para caer en los lugares más comunes de la incorrección política.
La caricatura de la acción llevada al paroxismo consigue su copia en carbónico en la construcción de un villano bipolar (Demian Bichir), híbrido entre héroe revolucionario de los pobres y narco despiadado cuando su fase Jekyll y Hide amnésica explota.
También explota el mal gusto, el chiste fácil pero efectivo y una galería de personajes desopilantes tal vez pensados para lucimiento de los actores o celebridades convocadas, léase Lady Gaga (lamentable); Mel Gibson, igual suerte que Robert De Niro en la primera película, la sexy Amber Heard en un papel ajustado a sus curvas y Sofía Vergara que hace de…Sofía Vergara.
La diversión está garantizada -Charlie Sheen es el presidente de Estados Unidos- y el descontrol mucho más aunque ya una tercera parte en el espacio como se anuncia dilapidaría la buena idea del origen de todo que no era otro que un metadiscurso elaborado y con crítica política sobre el rol de la comunidad mexicana en la doble moral norteamericana.