Un justiciero bien afilado
Machete vuelve con todo su rigor para cumplir una misión presidencial: atrapar a un millonario contrabandista de armas.
Esa sociedad Rodriguez-Trejo de once películas juntos y aquel inolvidable Navajas de Danny, cuya afilada puntería en La balada del pistolero (1995) lo puso como “el malo a seguir”, marcó en Machete (2010) el primer papel estelar del estadounidense más mexicano de todos, que se reforzó (y mejoró), con esta segunda parte.
El realizador de Sin City: La ciudad del pecado y El mariachi, entre otros éxitos, acertó en la secuela con un producto que se alejó del gore de la primera parte aunque no perdió el carácter brutal y su humor tan particular. En esta secuela, el ex agente federal también corta cabezas y brazos a mansalva, pero parece civilizado y dispuesto al diálogo, por más que su tono seco y monosilábico no olvide la graciosa tercera persona: “Machete no twittea”, dice recio.
En esta versión matadora, Robert Rodriguez lava un poco el tributo al cine exploitation de los ‘70 y se mete de lleno en el mundo del espionaje, como si Trejo mutara al mejor James Bond chicano.
Vale recordar que el que se toma en serio esta saga, pierde. La trama es descabellada por donde se mire. ¿Alguien vio que el disparador de un misil atómico esté encastrado al corazón de su dueño (Marco Méndez, por Demián Bichir)? Bueno, de ese calibre es el detonante de las aventuras que Machete debe superar. Contratado por el presidente de los Estados Unidos -un mujeriego interpretado acertadamente por Charlie Sheen-, el mercenario deberá impedir que se desate una tormenta nuclear en manos de Luther Voz (Mel Gibson), un loco millonario contrabandista de armamento.
El rostro de Trejo, tallado a pura sangre, acero y balas, dirá que “La venganza nunca muere”, parodiará los efectos 3D y pondrá a prueba su virilidad inoxidable (¡tiene 69 años!) ante Luz (Michelle Rodríguez), parche en el ojo y más brava que nunca.
Entre las malvadas aparece Desdémona, la madama (a cargo de la bella colombiana Sofía Vergara) quien, en la cumbre de lo dantesco, muestra un brassiere armado con un par de metrallas que usa sin piedad. Y otra estrella pop se mete en el séptimo arte (ver crítica de Este es el fin), es el caso de Lady Gaga quien, fiel a su estilo camaleónico -y aquí peligroso- aparece por debajo de una máscara luego de un trasvestismo total.
Por más que los diálogos no sean sustanciosos, Machete Kills es el vivo ejemplo de la imagen por sobre la palabra. Y así lo será en el supuesto cierre de la trilogía -anunciada al comienzo y al final del filme- donde se lo ve a Danny Trejo haciendo de las suyas ¡en el espacio! Machete puede.