¡Viva Machete!
Hay películas que nos desbordan, que acumulan, acumulan y acumulan en una exageración que rebalsa nuestra mirada y todos los sentidos. Son películas con las que hacemos pogo, que nos hacen gritar, calentarnos, estallar. Películas que no detienen su motor, que son como una fiesta en la que hay de todo. Machete es una licuadora gigante en la que Robert Rodriguez arroja todos sus ingredientes-fetiches favoritos para servirnos una poción irresistible y explosiva. La mecha se enciende desde la primera escena: Machete es un oficial federal mexicano que va jugadísimo hacia una situación donde tiene todo en contra porque quiere caerle a un capo mafia que maneja a todos, incluso, claro, a la policía. La imagen tiene una textura gastada que continúa con la estética rayada de Planet Terror. Cuando Machete llega instantáneamente se pudre todo: toma carrera con su patrullero y choca de frente contra una casa atravesando un torrente de balas que liquida a su compañero pero del que él sale inmune. Porque Machete es indestructible, Danny Trejo es indestructible: ese rostro esculpido a cicatrices es la mejor prueba.
“This is the boss”. Machete suelta la frase mostrando el filo de su arma favorita que reluce como una perfecta continuación de su cuerpo. Pero también Machete tiene el superpoder de volver un arma todo lo que toca, Machete improvisa: una pistola gatillada con la mano recién cortada de un policía, un “pela-cráneos”, un descorchador, una bordeadora. Cualquier elemento sirve para sumar a la comparsa de sangre que desfila por toda la película. Machete entra en una casa y comienza a bajar muñecos a lo Zatoichi, retazos de tipos que caen por acá y por allá. Todo es exagerado, mucho, un montón. Cuando traen a la esposa de Machete y la decapitan delante de él enseguida recordamos a Tony Montana atado en la bañera, obligado a ver la forma en que una sierra eléctrica rebana a su compañero como si fuera un bife. Machete se curte a lo Scarface porque también es un inmigrante al que le encargan asesinar a un político: el senador McLaughlin, un Robert de Niro que ya está grandecito y no tiene problemas en reírse de Taxi driver. Pegando una tras otra las figuritas de su álbum cinéfilo, Robert Rodriguez es un chico que juega a ser Tarantino disfrazado de Brian De Palma.
Machete aparece tres años después en Texas dando vueltas como si fuera uno más entre los que intentan pegar una changa, pero no logra pasar desapercibido. Jessica Alba es una agente de migraciones que enseguida le echa el ojo y pasa un informe que lo define a la perfección: “Cicatrices, tatuajes… actitud de no jodas conmigo y no jodo contigo”. El resto de las fichas de Machete se juega en la frontera entre Estados Unidos y México, que aparece como el campo de batalla de una guerra entre dos bandos. De un lado está La red, una organización que ayuda a mexicanos a pasar e instalarse en Estados Unidos y que tiene a una líder, Michelle Rodriguez, que se refugia en un puestito de tacos. Los integrantes de La red viajan en vehículos enchulados, pelean con armas que también son sus instrumentos de trabajo como palas o hachas, y hablan de revolución. En la vereda de enfrente hay tipos como Jackson (Don Johnson), un sheriff facho que asesina a todo aquel que encuentra en la frontera sin importarle edad, sexo, ni tampoco si se trata de una embarazada; él sólo dispara: “porque si ese niño crece será un ciudadano estadounidense más”, dice sin que se le mueva un pelo. El senador McLaughlin está en plena campaña electoral y tiene como principal promesa cerrar definitivamente la frontera con México. Monitoreando todo el asunto está Torrez, un Steven Seagal que reserva para el final de la película su aparición definitiva irrumpiendo como si fuera el jefe final de un videojuego de peleas.
Cuando Planet Terror se estrenó en Argentina hubo otra amputación además de la que obligó a Palomita a cambiar pierna por escopeta: la imperdonable omisión que significó no incluir el trailer de Machete en las copias locales. Esos minutos formaban parte del cuerpo de Planet Terror como Hotel Chevalier es parte de Viaje a Darjeeling, eran una introducción incendiaria que funcionaba como perfecto vermouth exploitation. Ahora que esas escenas tomaron vida propia podemos decir que Machete es la fiesta que nos prometió Robert Rodríguez en aquel trailer que ya dejó de ser falso: una celebración explosiva (Machete volando por los aires con un pistolón a lo Django en su moto), visceral (ver la escena en la que se fuga de un hospital), viril (una musiquita cliché de películas porno que suena más de una vez sugerente y nada más), y siempre hilarante (el “¡Qué puto!” de Seagal es inolvidable), a la que todos podemos asistir para elevar nuestras armas en señal de fidelidad guerrera y gritar: ¡Viva Machete!