Al infierno ida y vuelta
Tiene que volver uno de los viejitos para hacer ciencia ficción a la vieja usanza y validar la entrada al cine. El "viejito" es George Miller y, atención, porque Mad Max prosigue sus andanzas mejor que nunca, aun cuando -y he aquí la artesanía del director- la nueva entrega sea tanto un compendio como un recuerdo sobre por qué el personaje de Mel Gibson es todavía un arquetipo.
Lo es, entre otras cosas, por la necesidad de ser dicho, otra vez interpretado (hermenéutica y corporalmente). Tom Hardy ahora pero, antes bien, Charlize Theron como la Imperator Furiosa. Porque es ella quien está "por detrás" del nuevo título del guerrero apocalíptico. El camino de Furia es también el destino que cumplir de acuerdo con los sueños y las leyendas repetidas. Y el bueno o tonto de Max teniendo que soportar, otra vez, papeles prefijados que no pidió para ser, sin desearlo, héroe.
De acuerdo, él es el héroe pero también la excusa, el MacGuffin necesario para que sea ella quien se erija por encima de la historia, tome el relevo de la anterior femme fatale (a cargo de Tina Turner), y haga de esta cuarta entrega el western feminista que también supo rodar Sam Raimi en Rápida y mortal.
Western y road movie, con acelerador a fondo y sin marcas registradas que exijan planos detalles de sus logos. Acá los automóviles son tan mutantes como los protagonistas, sus extensiones bizarras. Con el metal crujiendo al calor del desierto a la par de una banda sonora de carretera interpretada, pareciera, por un Eddie the Head desbocado, en vivo, zarandeado al compás del rugir demente de la persecución.
Entre medio, las coreografías de un camión cisterna imposible, arponeado como una ballena, perseguido como una diligencia, disparado como a un monstruo de las dunas de Frank Herbert.
Pero sobre todo, y porque es allí donde la película es película, la decisión indeclinable de torcer el volante para enfrentar al macho bravío. Con resonancias de mujeres primitivas que todavía saben por secretos que guardan y podrían decir: a otras y a otros.
Algo de este canto de sirena terminará por escuchar el obnubilado de Nux (Nicholas Hoult), cegado por las promesas de un Valhalla cromado, en este mundo de agua para pocos y fanatismo religioso para muchos. Pero la mujer del cabello rojo será mejor que cualquier tontería parecida. Mucho más provocadora que cualquiera de las peroratas exhibidas por el bestial Immortan Joe (Hugh Keays Byrne), padre de todo y de todos.
Cumplida la misión -nunca querida o perseguida - el cowboy vuelve a sus praderas de arena. Que sean de origen australiano no hace menos "americana" la esencia del relato. Y porque se sabe cúlmine, lo que logra Mad Max: Furia en el camino es el recuerdo conciente sobre una época de cine y de historieta que la trilogía original supo trazar, admirablemente, entre 1979 y 1985.