Reedición de un post-apocalipsis barroco.
Mad Max no es para cualquiera. No lo era hace 30 años y no lo es ahora, en esta espectacular versión reeditada. Quienes disfrutaron de la trilogía protagonizada por Mel Gibson van a delirar con esta nueva entrega, que conserva el espíritu de la original mientras adapta la cinematografía al cine contemporáneo.
Fury Road no para. Es una espiral de acción de receta conocida pero olvidada, lo que la vuelve original en su tiempo. Nada ha cambiado en tres décadas, amén de los recursos disponibles para la producción. Miller apela al mismo estilo narrativo y cinematográfico que supo hacerlo célebre, pero con una edición agiornada, mejores cámaras y un montaje casi épico. Fury Road es un delirio que roza lo ridículo y de argumento casi nulo, pero su encanto está en las partes, no en el todo. Es una película plagada de simbolismos, detalles e imágenes que rompen el molde del cine de acción convencional, y eso es lo que la hace verdaderamente un exponente único en el género.
El imaginario de George Miller no sólo se mantiene intacto, sino quizás en su momento más creativo. Max Rockatansky regresa a la pantalla victorioso, para transitar una vertiginosa ruta post-apocalíptica que rompe todos los paradigmas conocidos. Es una experiencia violenta, barroca, estridente e insensata. Como escribí en un comienzo, no es para todos, lo que confirma la profecía: volvió Mad Max.