Treinta años después regresa a la pantalla grande Max Rockatansky. El personaje que le dio fama internacional a Mel Gibson vuelve, esta vez en la piel de Tom Hardy. Su co protagonista es Charlize Theron, en el rol de la emperatriz Furiosa, quien durante gran parte del metraje lleva la rienda del relato.
La película, como toda la saga, se ambienta en un futuro post- apocalíptico. Durante más de la mitad del filme Max no tiene nombre ni entidad y es utilizado como bolsa de sangre para que tengan más energía unos guerreros humanoides que habitan la tierra dominada por el déspota Inmortan Joe.
Max empieza a cobrar más importancia y potencia cuando puede acoplarse a la huida de Furiosa junto a las mujeres embarazadas, como una suerte de última esperanza de escapar del dominio abusivo de Inmortan Joe. Van rumbo a un lugar donde, más allá de la infinitud del desierto, todavía existe la vegetación, y donde un grupo de mujeres forman su propia comunidad y tienen sus propias reglas.
Si algo tiene Mad Max: Furia en el camino es nervio y una acción constante que no brindará respiro. Pura fuerza y movimiento donde los habitantes, a pesar de conocer el desarrollo tecnológico, se comportan de manera primitiva, ya que escasean los recursos naturales. Solo supervivencia y actos radicales, aquí no hay lugar para la diplomacia, todo es pura fisicidad. Esta road movie desértica y feroz se construye sobre persecuciones cargadas de acción. Una acción acompañada de una función dramática, dinámica y coherente, que esculpe con eficacia la resolución del conflicto.
Por María Paula Ríos (@_Live_in_Peace)
Fausto Nicolás Balbi (@FaustoNB)