Detrás del desquicio absoluto que es Mad Max: Fury Road hay, aunque no lo parezca, una idea que va mucho más allá de una explosiva road movie post-apocalíptica: una peregrinación, un fundamentalismo propio de la religión exacerbada y -cuándo no- un sistema agobiante y excluyente capaz de decidir quién vive y quién muere.
Sí, puede que a una película tan anclada en el heavy metal y la violencia sobreestilizada, un analisis exhaustivo le sea demasiado, pero hay que tener en cuenta que detrás del film está, una vez más, George Miller (responsable de toda la saga) quien sabe hacer hablar (y también callar) a sus personajes.
Al silencioso Max se suman en esta aventura la intrépida Emperatriz Furiosa (Charlize Theron en otro gran rol atípico para su carrera) y Nux (Nicholas Hoult), un involuntario desertor del regimen totalitario de Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne).
¿Qué une a estos personajes en este paisaje bellisimamente desolador? A algunos, la codicia, a otros, una suerte de “Tierra prometida”, y a Max, claro, la mera supervivencia.
Puede que Tom Hardy no sea Mel Gibson (ciertamente, no tiene su carisma) pero conviene olvidarse de ello y dejarse llevar por casi dos horas de explosiones e increibles escenas de acción filmadas por un septuagenario que se mantiene más actual y vigoroso que muchos de sus colegas contemporáneos.