En pleno 2015, es como si hubiéramos regresado a los 80. Terminator, Star Wars, Jurassic Park están de moda en los avances, y por supuesto, Mad Max. Aquella mítica saga de persecuciones sobre autos modificados para la guerra, protagonizada por Mel Gibson, y
salida de la mente maestra de George Miller.
Y este es un claro ejemplo de lo que debería hacer Hollywood. No es un remake, no es una secuela, precuela o spin-off. Es simplemente una aventura más, con el mismo protagonista con diferente rostro (al estilo 007), sin desmentir ni dejar de hacer valer las historias pasadas. Es una misión más que aún aquellos que no hemos visto completamente la saga original, podremos entender y disfrutar enteramente.
Y vaya que la disfrutamos. Max es un fugitivo que busca la venganza contra sus captores, pero en el camino, encontrará la misión de Fury, quien decide rescatar a unas jóvenes del cruel destino que les espera, mientras buscan la tierra prometida. Nos han prometido un thriller de acción, y lo han cumplido con creces. Los efectos son una clara muestra de cómo ha progresado esta industria con el pasar de los años y de cómo alguien ha tenido la suficiente paciencia para aprovechar al máximo los recursos con los que cuentan. Escenas así, ya quisieran tenerlas en otras sagas, con adrenalina, sin llegar a ser grotescamente explícitas, ni por eso detenerse en mostrar lo necesario. Personajes con motivaciones suficientes, moviéndose entre las sombras, sin ser el héroe puro.
De cualquier manera en que uno desee verlo, Mad Max se ha convertido en el gran blockbuster del verano sin tener el cartel suficiente de otras películas. Vale mucho la pena verla en pantalla grande.