Madame es la nueva película de la directora, guionista y escritora francesa Amanda Sthers, aunque el foco de interés en esta nueva comedia dramática francesa está puesto claramente en el reparto, que tiene como protagonistas a la actriz australiana Toni Colette, al estadounidense Harvey Keitel, a la española Rossy De Palma, y al británico Michael Smiley.
El inicio de Madame nos traslada hasta París, y nos muestra a una pareja de americanos, Anne (Colette), y Bob (Keitel), quienes recientemente se instalaron en dicha ciudad. Son de clase alta, y tienen todas las mañas clásicas de quienes pertenecen a dicho estrato social. Mientras se realizan los preparativos para una cena que la pareja celebra esa misma noche, con invitados pertenecientes a la alta sociedad, la inesperada aparición del hijo del primer matrimonio de Bob abrirá el foco de conflicto, ya que el jóven resulta estar invitado a dicha cena y Anne se entera de este hecho a último momento. Esto conllevará a un suceso que no le caerá en gracia a Anne; la mesa dispondrá de trece cubiertos, lo que hará sobresalir el espíritu supersticioso de la anfitriona, quien decide improvisar y añadir un decimocuarto cubierto, para evitar llamar a la mala suerte, sumando a la mesa de invitados a María (De Palma), su empleada doméstica más antigua y de mayor confianza, encubierta como una amiga.
Lo que en un principio parecía una idea salvadora, termina siendo una decisión errónea, que hará pasar un dolor de cabeza tanto a Anne, como a Bob, pese a que previamente ambos había sugerido y recomendado a Maria que se abstenga de hablar, y en lo posible no beba, intentando poder sostener la alocada confabulación a lo largo de la velada. Uno de los sucesos que fastidiará a la dueña de casa, es que María captará la atención de uno de sus invitados, un aristócrata británico llamado David Morgan (Smiley), algo totalmente inesperado. Posteriormente, lo que parecía ser un percance de una noche, terminará propagándose, ya que David pedirá el número de teléfono de la empleada doméstica, y se seguirán viendo, naturalmente a escondidas de la adinerada pareja, que no tardará de enterarse de las maniobras que acontecen a sus espaldas.
Si bien por momentos Madame resulta simpática y contagia la risa, en otras partes su humor es demasiado vacío, evidente, no llegando a convencer. Se percibe una crítica hacia la alta sociedad, sus falsas costumbres y valores, su marcada hipocresía, y sus rasgos discriminatorios, pero tampoco es que llegan a tomar una fuerza lo suficientemente determinante, quedando en pinceladas esporádicas. Las actuaciones en líneas generales están acertadas, siendo sin duda Rossy De Palma la mejor interprete, pero ni ella, ni el resto del reparto puede sostener ciertos baches. Por ende, Madame como comedia pasatista funciona, pero no tiene la suficiente convicción para ser más que eso, una película para pasar el rato.