Madame

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

¿Cuántas veces se reversionó el cuento de Cenicienta? De aquella mujer que encontró en un palacio lleno de lujos su destino, lejos de la pobreza a la cual su malvada madrastra y hermanas la tenían acostumbradas.
En tiempos en donde el rol de la mujer tiene que ser repensado desde los medios y soportes centrales, “Madame” (2017) de Amanda Sthers, propone un aire fresco en una comedia dramática que apela al carisma de su protagonista absoluta, Rossy De Palma, como una inmigrante que asiste a un matrimonio (Toni Colette, Harvey Keitel) y que ve cómo su suerte cambia de un día para otro.
Siendo invitada de imprevisto a una cena para agasajar a amigos, posibles financiadores y figuras del arte relacionadas al matrimonio, esta ama de llaves, que dirige los destinos de la inmensa mansión, se relacionará con otra clase social y terminará involucrándose sentimentalmente con uno de ellos. Sthers habla del personaje con amor, y De Palma logra compenetrarse y avanzar en la presentación de esta mucama que necesita de la aprobación de los demás para poder seguir adelante con un amorío que desafía el origen de cada uno.
El conflicto principal será ver cómo el hábil, ágil y dinámico guion, postulará ideas sobre el snobismo que rodea el mundo del arte, el vacío de la vida moderna de nuevos ricos, la explotación de inmigrantes y la obsesiva necesidad de mantenerlos al margen de todo, para continuar abusando de sus servicios. Con delicadas pinceladas, De Palma, va de menor a mayor en el avance de su historia.
Por momentos titubea para consolidar su imagen de mujer que debe elegir entre el amor y el trabajo por los celos que la madame (Colette) del título destila al enterarse su acercamiento a uno de sus amigos. En el medio la mentira, no sólo la de la mucama para avanzar en su secreto romance, sino en la revelación e información que ésta posee sobre oscuros artilugios del matrimonio para mantener en las sombras relaciones clandestinas.
“Madame” encierra la clave de un género, el de confusión, que ha producido varias de las comedias más inteligentes de los últimos tiempos.
Como aquellas que se desarrollan en un hotel y tras las puertas se esconden verdades a gritos, en esta oportunidad París, con sus escenarios increíbles, más algunos momentos en la campiña, posibilitan la construcción del marco ideal para su disfrute.
A la mencionada De Palma, que logra componer una interpretación sublime, medida y exagerada a la vez, aporta Colette el contrapunto ideal para que el timming del relato sea el exacto. “Madame” es una agridulce e inteligente comedia, que prefiere, en este tiempo, no traicionarse con almibaradas escenas, al contrario, potenciando a sus protagonistas con verdad en sus diálogos y con la intención de decirle basta a las chickflicks vacías y sin sentido.