Fracaso exitoso
Madraza es una comedia policial con tantos defectos evidentes que resulta encantadora y divertida.
Hay un ensayo célebre y extraordinario del crítico norteamericano J. Hoberman titulado “Películas malas”, en el que reivindica ciertas películas “objetivamente malas” que, dice, pueden triunfar en su fracaso. A veces una actuación fuera de registro, un corte torpe, errores groseros de continuidad o berretadas varias pueden resultar atractivos porque dejan en evidencia el artificio del cine y nos ponen en un estado de alerta, nos sacan de la pasividad, nos interpelan.
Pensaba en eso durante los primeros minutos de Madraza. Después de una introducción en la que vemos las manos de una señora (ajadas, uñas pintadas, anillos) manipulando un arma en cámara lenta y con mucho detalle, pasamos a una escena pretendidamente costumbrista: una cocina de clase media-baja en la que una señora gorda y morocha alimentada a harinas (Loren Acuña) discute con su marido también gordo y machista (Gabriel Almirón) y con una chica joven con exagerados modismos barriales (Sofía Gala Castiglione). No solo las actuaciones son un desastre (Hoberman diría que es como un documental que muestra a personas imitando a gente pobre) sino que Hernán Aguilar, el director, hace cortes bruscos cuya única finalidad parece ser la de “corregir” algún furcio. En seguida nos damos cuenta de que no estamos ante una típica película mala.
Un par de escenas después hay un asalto en la calle y el esforzado lunfardo de los chorros, la cámara lenta que pone a los personajes en poses y expresiones risibles, la música totalmente fuera de estilo con lo que estamos viendo dirigen nuestra atención lejos de la trama. Hoberman compara esta sensación con el surrealismo.
Puede sonar esnob, pero no lo es. Basta con experimentar la primera hora de Madraza. Es tan mala como divertida, pero es divertida precisamente porque es mala. Los modismos de Sofía Gala Castiglione son tan caricaturescos que resultan un espectáculo en sí mismo y los diálogos imposibles alejan a la película de su pretendido naturalismo, dotándola de un interés mayor.
Madraza es un policial en el que Matilde (Loren Acuña), un ama de casa de clase media-baja, se involucra con el submundo del delito luego del asesinato de su marido en un asalto y termina trabajando de asesina a sueldo mientras inicia una relación con el policía (Gustavo Garzón) encargado de investigar sus crímenes.
Paradójicamente, cuando la película empieza a encontrar el tono y a dedicarse más a resolver cuestiones de la trama que a jugar con libertad errando casi siempre, pierde interés. Es decir: cuando mejora, empeora. Así, el último tercio es apenas un mediocre policial carente de interés. Si así hubiera sido toda la película, se trataría de una película mejor pero que quizás no merecería siquiera estas breves líneas. Pero como Madraza es mala en serio, resulta encantadora y fascinante.