¡Madre!

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Era una cosa, y después, otra
Jennifer Lawrence y Javier Bardem son una pareja en crisis asordinada, hasta que llega el delirio.

Tiene tanto talento como delirio de grandeza. Darren Aronofsky es el mismo director que puede atrapar con Pi, con Réquiem por un sueño y con El cisne negro y puede desbarrancar con la pretenciosa La fuente de la vida y la catastrófica, en más de un sentido, no sólo bíblico, Noé.

¡Madre! conecta mucho con La fuente de la vida, la película de la que rápidamente se bajaron Brad Pitt y Cate Blanchett para hacer Babel, y terminó rodando con Hugh Jackman (que ni apareció en la première mundial en Venecia) y la por entonces su esposa Rachel Ward.

Anécdotas al margen, aquí Aronofsky construye un relato que aparenta ser un thriller, pero con un tour de force antes del final que hace dudar al espectador de varias cosas.

Una, la naturaleza misma del relato: ¿no era un filme de terror? ¿Era todo una alegoría?

Otra, si le están tomando el pelo.

La protagonista es Jennifer Lawrence, todo candidez cada vez que en la mansión semialejada del mundo (literalmente, no hay conexión para el celular, sí un teléfono fijo) se encarga de reconstruir esa casa en la que habita con su pareja, un poeta algo frustrado porque no le sale una rima (Javier Bardem).

Ama de casa y creador en crisis, a la pareja le golpea la puerta una noche Ed Harris (los personajes no tienen nombre). Es un ortopedista con problemas de salud, que se dice fan de la obra del escritor, Y a la mañana, toc, toc de nuevo, es Michelle Pfeiffer, que es la esposa del que llegó a la noche y que se mete donde no debe.

Por ejemplo, en el cuarto de la planta de arriba donde el poeta se encierra a crear y que no permite que nadie ingrese sin su presencia. Para más, hay un extraño cristal que el poeta observa allí, en su cuarto, con desvelo, y que… Como ¡Madre! comienza como un thriller con aires de terror –la casa termina teniendo vida propia, esto es algo que se adivina de entrada), hay cierta sangre que no se va, un sótano con sorpresas, y varios etcéteras-, lo que sucede después puede ser un descalabro. Y lo es.

Aronofsky salió a esclarecer -que un cineasta tenga que explicar su película nunca es buen síntoma de nada- que su filme trataba sobre la sociedad actual y… Cada uno podrá encontrar las aclaraciones que le guste, pero El bebé de Rosemary y Repulsión ya fueron hechas por Polanski. O sea.

Lawrence es, en verdad quien soporta en todo sentido todo lo que sucede en la película. Porque habrá más gente que golpee a la puerta, y que generará un desconcierto, o una intriga en el mejor de los casos, que se disipará pronto cuando el delirio se apodere de la trama.

Lo dicho, Aronofsky puede demostrar ser muy hábil con la construcción psicológica (El cisne negro) o hasta física de sus protagonistas (Mickey Rourke en El luchador), pero aquí la filosofía, por definirla de alguna manera, le cae fuera del encuadre.