Madres paralelas, la nueva película de Pedro Almodóvar, es una lección melodramática sobre la memoria y el compromiso con la verdad, que brilla a la hora de unir la historia de dos mujeres que dan a luz el mismo día con la historia de un país. Cine y compromiso inmiscuidos en el universo del director manchego, quien, una vez más, entrega una película narrada con honestidad.
Almodóvar es un maestro para hacer actuar a las mujeres y un hábil intérprete de la cultura española. Nadie comprende mejor que él a las abuelas, a las madres, a las tías, a las amigas inseparables. Es un especialista del melodrama y del realismo costumbrista, y es alguien a quien no le tiembla la mano cuando tiene que retratar a sus criaturas con defectos y virtudes.
En Madres paralelas hay dos historias que giran alrededor de Janis, el personaje de Penélope Cruz (en un papel inmejorable). Cuando está por dar a luz a su primera hija coincide en el hospital con la adolescente Ana (Milena Smit), quien también está por parir a su primogénita. Allí se conocen y entablan amistad. Pero sucede algo terrible que las unirá de una manera particular y difícil.
Janis es una fotógrafa profesional y en una de sus sesiones conoce a Arturo (Israel Elejalde), un antropólogo forense al que pone al tanto de un viejo asunto pendiente: la excavación de una fosa común ubicada en su pueblo natal, en la que están algunos de sus familiares. Janis y Arturo empiezan una relación amorosa sin compromiso (él está casado) y al año nace una niña.
En el filme hay una constante búsqueda de la verdad. Desde el principio, Janis quiere abrir la fosa donde están sus bisabuelos y abuelos, víctimas de la Guerra Civil, para darles un entierro digno. Es decir, hay una búsqueda de la verdad histórica y una reivindicación de la memoria.
Luego, cuando Janis descubre que su bebé no es su hija, busca llegar a la verdad de lo que pasó, lo cual se convierte en una búsqueda individual. Cuando encuentra a Ana para decirle lo que ocurrió con sus hijas, entra en juego uno de los elementos característicos del cine de Almodóvar: las relaciones íntimas, las idas y vueltas entre parejas y los diálogos sentimentales.
El dilema de Janis y de Ana se entronca con el dilema histórico, y Almodóvar hace que todo fluya sin que nada parezca forzado (quizás algunas recurrencias a la sensibilidad de la época puedan parecen un poco subrayadas).
En Madres paralelas todo es claro, directo y explícito. Las dos subtramas corren paralelas con mucho pulso narrativo y hay un uso preciso del fundido a negro para marcar los tiempos de la historia.
Almodóvar conoce el mundo femenino, las costumbres de la España profunda y, fundamentalmente, el arte cinematográfico. Sabe cómo contar una historia compasiva y empática, dejando que los personajes se desempeñen con sus dolores y sus glorias. Madres paralelas se disfruta gracias a la convicción de sus actuaciones, a la sencillez dramática de su historia y al compromiso con la verdad de su director.