Sutiles orgías
Como si tuviesen 20 años menos, Naomi Watts y Robin Wright se entregan en este film al placer de la culpabilidad. En un remoto pueblo australiano, donde sólo abunda el mar transparente y la arena blanca, dos familias compuestas por madre, padre e hijo único viven el día a día de ese paraíso. Ambas mujeres son mejores amigas entre sí, casi desde que nacieron, e inculcan los valores de esa amistad dentro de sus respectivas familias. Todo marcha normal hasta que el hijo de una de ellas se enamora de la otra madre… y viceversa… multiplicado por dos…
Madres perfectas (Adore, 2013) es la película ideal para ponerte incómodo en la butaca del cine. Creo que a nadie le gustaría tener que pasar por algo así, fuera de la fluidez con que la directora intenta convencer al espectador. Está claro que Anne Fontaine tiene cierta tendencia a complicar las cosas con triángulos prohibidos, al menos eso quedó demostrado con su película de 2009: Chloe.
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Con el correr de los minutos, está claro que el desenlace de los hechos deberá ser dramático, como para justificar semejante idea. Una historia prácticamente improbable, en un contexto paradisíaco, con personajes que desbordan belleza estética. Por suerte para nosotros, los dos actores jóvenes no pertenecen al típico circuito comercial, aunque sí son el prototipo de joven australiano, corpulento, fachero y surfer. Quizás las edades de los personajes no se condicen con las de los actores, pero eso es tema aparte. En cuanto a los 112 minutos que perdura la cinta; es discutible, porque la extensión de algunas tomas o escenas está pensado, sencillamente, con la intención de comunicar la conexión que la familia tiene con esa idílica isla. Pese a lo enredado que es el drama, tranquilamente se podría haber resuelto en menos tiempo. Sólo era cuestión de omitir lo lindas que se ven las caras de todos esos actores rubios y de ojos claros, en semejante escenario.
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El film peca de predecible, pero se respalda en otros atractivos como por ejemplo, actores secundarios que nunca antes había visto trabajar en cine. Personalmente no me creí la posibilidad de que Naomi Watts y Robin Wright puedan ser madres ¡y abuelas! En una misma línea, ya que en la trama, el tiempo pasa como si nada. Por otro lado, la realizadora no se guardó casi nada a la hora de rodar las escenas más osadas, apostando (se supone) al impacto que puede recibir el público al ver a dos pibes acostándose con la madre de su mejor amigo, que a su vez son mejores amigas entre ellas. A todo esto, el marido de Roz (Wright) queda pintado al óleo y hasta generan desconcierto sus repentinas apariciones, que incluyen confusos saltos.
En resumen, quienes trabajaron en esta suerte de película independiente, la pasaron bomba.