La casa de los líos
Siempre resulta gratificante ver en pantalla grande a dos actrices de la talla de Naomi Watts y Robin Wright. Se ve que la maquinaria hollywoodiense que inhabilita y fuerza al destierro mediático a cualquier actriz que pase de los cuarenta años no ha pasado factura y aún existen vehículos para que dos veteranas que atesoran mucho carácter y ganas de demostrar lo buenas que son (y que están) se luzcan en una propuesta confeccionada a su medida.
En Madres perfectas, traducción muy libre de la original Adore, las dos dan vida a dos madres que vivirán sendos romances torrenciales con el respectivo hijo de cada una de ellas. Vaya por delante que los retoños son dos auténticos armarios empotrados, con una musculatura y unas facciones helénicas que derretirían cualquier corazón femenino por muy familiar o mayor que fuera.
Una vez todos encamados y emparejados, la acción se traslada unos años adelante, cuando los jóvenes se dejan seducir por coetáneas igual de esculturales y sus sufridas progenitoras deberán adaptarse a la cruda realidad de su edad. Esta socorrida trama explicada a bote pronto puede llegar a sonar al summum de la perversión, pero aquí se manejan códigos inversos, ya que en realidad se nos está ofreciendo una lectura conservadora encubierta en una falsa y maniquea provocación.
Se adivinan propósitos libertinos que quedan en agua de borrajas cuando se arroja a la basura cualquier actuación extrema y se opta por un atisbo de conciencia puritana donde la pretendida inducción deja de ser legítima. Toda la turbación que se pueda desprender de estas variaciones audaces del complejo de Electra acaban siendo domados por la cobardía del convencionalismo.
Las casi dos horas de duración del film no están bien aprovechadas y el guión adolece del suficiente interés para que no nos apercibamos de los notables socavones existentes en el libreto. Personajes que aparecen y desaparecen de escena por motivos demasiados obvios y tramas pretendidamente enrevesadas que podrían estar sacadas de cualquier culebrón venezolano no ayudan a un desarrollo argumental demasiado plano y repetitivo. Todo acaba pareciendo falso e impostado y tan sólo el buen hacer de las protagonistas, que saben trasladar a su terreno una historia que se enreda en su propio esnobismo, consiguen que acabemos comulgando con unas ruedas de molino demasiado indigestas.
Sólo aconsejable para fans de las dos protagonistas, quienes por desgracia empiezan a enfrentarse al declive de su carrera si no es que se comprometen con otro tipo de propuestas más radicales y menos aparentes.