Madres perfectas

Crítica de Juan Ventura - Proyector Fantasma

MILFS

¡Al fin llegó! Luego de sucesivas postergaciones debido a las vicisitudes fluctuantes de la cartelera cinematográfica nacional, “Madres Perfectas” (Adore, 2013) -dirigida y guionada por Anne Fontaine, y basada en la novela “The Grandmothers”, de Doris Lessing- se estrenó en nuestros cines. No es que se trate de un estreno demasiado esperado y, a decir verdad, una vez visto el film, las expectativas decaen hasta el quinto subsuelo.
En este caso, la directora Anne fontaine (“Coco antes de Chanel”, “Nathalie X” y “Cómo maté a mi padre”) presenta una historia en la que los límites de las relaciones parentales se desdibujan y en donde el mandato social se retrae y abre paso al deseo carnal reprimido.
La obra se sitúa en las paradisíacas playas australianas, en un pueblito escondido alejado de las miradas curiosas. En ese contexto, dos mujeres cuarentonas (Naomi Watts y Robin Wright, de correctas actuaciones) comparten una intensa amistad forjada desde la niñez y detentan un elevado nivel de complicidad, entendimiento e intimidad que las convierte en dos seres inseparables. Sus hijos, jóvenes, esbeltos y fornidos, son mejores amigos y pronto se ven atraídos por la madre del otro, deseo en ambos casos correspondido que encuentra su consumación en los primeros 15 minutos de la cinta. El resto de la película narra la evolución de esa relación enferma, con sus idas y venidas, a través de abruptos saltos temporales.

Sin embargo, todo lo que se intenta poner de manifiesto en el film (su pretendida provocatividad, el límite de lo aceptable que se juega en un vínculo que no es estrictamente incestuoso pero que excede claramente los parámetros de toda normalidad, la tensión presente entre deseo y mandato social), se deshace por las sistemáticas flaquezas de un guión que está más preocupado por avanzar cronológicamente en la historia que en describir la complejidad psicológica que motiva las acciones de los personajes.
La tensión dramática de Madres Perfectas se resuelve de forma apresurada en el momento de la consumación del acto prohibido. El resto del film discurre en una inercia plagada de obviedades, frases hechas y con escenas tan livianas como incoherentes. De la noche a la mañana, y para desconcierto del espectador, los personajes se profesan un amor profundo que no encuentra asidero alguno en las secuencias vertidas previamente en la cinta. A posteriori, el resultado narrativo y argumental coquetea constantemente con el ridículo.
Uno podría aventurar que el miedo a la vejez (enfatizada por primeros planos que dan cuenta de la erosión en los rostros de las protagonistas), la soledad, los celos o el aburrimiento son el verdadero combustible que impulsa a las susodichas a involucrarse en un vínculo amoroso con el crío de la otra. No obstante, se trata de meras conjeturas, pues el film solamente resalta el componente pasional, impulsivo, visceral, motivado por figuras perfectamente contorneadas que sólo quieren sacarse la calentura. Y para colmo, las escenas de sexo son altamente conservadoras.
Madres Perfectas es una suerte de tragedia griega del siglo XXI que, a diferencia de Edipo Rey (su fuente de inspiración poética), fracasa rotundamente. En lo único que coinciden es en el resultado final: arrancarse los ojos.
Por Juan Ventura