Todo queda en familia
"Adore" o "Madres Perfectas" es una de esas películas lindas estéticamente, de temática incómoda y con aura independiente que a primera vista obnubila. Todo parece indicar que estamos ante un film de gran calidad, pero cuando uno se pone a analizar un poco más en profundidad se encuentra con varias falencias no menores.
Para ponerlos en contexto, les hago una pequeña sinopsis. Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright) son dos amigas inseparables de la infancia, casi hermanas mellizas, confidentes y dependientes una de la otra. Ambas se casan y tienen un hijo cada una. Lil queda viuda y Roz tiene un matrimonio aparentemente feliz con Harold (Ben Mendelsohn). En una extraña interacción de las dos familias, los niños se crían prácticamente como si fueran hermanos e hijos de ambas mujeres. El tiempo pasa y los niños se convierten en adultos (de 20 años) y comienza a destaparse la olla. Resulta que Ian, el hijo de Lil, está enamorado de Roz desde hace ya un tiempo, por lo cual cuando se le da la oportunidad, la seduce e inician una relación amorosa. Tom, el hijo de Roz, al percatarse de esto hace lo mismo con Lil y a partir de esto se desatan conflictos dramáticos que parecen sacados de relatos griegos de antes de Cristo. Fin de la sinopsis.
Lo primero que me llamó fuertemente la atención es la ligereza con la que los protagonistas toman decisiones tan fuertes como tener relaciones sexuales con el hijo de su mejor amiga que prácticamente también es su hijo por adopción y crianza. Lo mismo se puede aplicar viceversa, los chicos deciden enamorarse de quien prácticamente es su segunda madre. Da la sensación de que no se pudo construir un guión fluido por lo cual se le imprimió gran velocidad. Todo pasa muy rápido. Un día nos enteramos de la atracción de Ian hacia Roz y en cuestión de 5 minutos reloj el pibe se la levanta a veterana y se la lleva a la cama, como si nada. Recordemos que Roz tiene un matrimonio feliz con Harrold que la juega de cornudo durante un buen rato. Acá hay una torpeza del guión. Se concentraron más en la belleza estética del film, cuya trama tiene lugar en una isla paradisiaca de Australia, que en darle un dinámica coherente a la trama. La transición de hijo de crianza a amante caliente está planteada de manera un tanto torpe.
En segundo lugar, y muy relacionado con lo que acabo de escribir, está latente el tema del incesto, algo que está bastante de moda en la pantalla grande y chica.
¿Qué hace a una mujer que sea madre? ¿La sangre que comparte con el hijo o la relación? Este es un tópico que se instala a lo largo del film y nos hace pensar. Ian y Tom no son hijos biológicos de Roz y Lil respectivamente, pero la relación demostrada en pantalla da a entender que sí lo son desde el punto de vista de la interacción. Entonces estamos viendo prácticamente como un hijo se enamora de su madre, en este caso una de ellas, y mantiene relaciones sexuales con la misma. La historia de cierta manera trata de justificar estas relaciones amorosas apelando al irrefutable poder del "amor" y el vínculo no sanguíneo de los protagonistas, pero por detrás el relato es más oscuro de lo que deja ver. Los cuatro protagonistas parecen estar más obsesionados con sus amantes que enamorados, a la vez que dejan expuestos sus traumas personales. Ahora bien, cinematográficamente esto se traduce personalidades bastante inverosímiles. Los cuatro son narcisistas, fríos en materia de decisión, seductores, frágiles de moral y toman la situación amorosa de cada uno con especial liviandad, con un culpa que por momentos parece inexistente y por otros está muy exagerada. Esto no ayuda por supuesto al trasfondo dramático que debía exhibir el film. El drama se achata y da lugar un relato lineal que no atrapa.
Las actuaciones de Naomi Watts y Robin Wright son muy buenas, no hay duda, pero la forma en que fue trabajada la historia en pantalla es lo que le baja la calidad al producto. No recomendable.