Maestras del engaño es producto de dos tendencias imperantes en Hollywood: en primer lugar, porque es una remake de Dos pícaros sinvergüenzas, exitoso film de 1988 con Steve Martin y Michael Caine, y en segundo, porque ubica ya no a dos hombres, sino a dos mujeres como protagonistas de esta comedia ambientada en la sofisticada Costa Azul francesa.
Tras la reciente Las estafadoras, Anne Hathaway regresa como Josephine Chesterfield, una mujer de clase alta experta en el arte del fraude. Penny Rust (la ascendente Rebel Wilson) es su opuesto: una muchacha sin demasiados recursos económicos, sutilezas ni matices que viaja con lo puesto. Ambas terminarán siendo socias (y por momentos, también rivales) en su intento de engañar a un multimillonario (Alex Sharp).
Las contradicciones entre la elegancia de Josephine y la vulgaridad de Penny (y los diferentes estilos de comedia que, por lo tanto, proponen Hathaway y Wilson) son el eje de una película que en sus primeros minutos parece dar una saludable vuelta de tuerca en estos tiempos de empoderamiento femenino (hay algo de la serie Killing Eve), pero termina cediendo a los lugares comunes y los estereotipos más rancios. En su ópera prima, el director galés Chris Addison desperdicia el talento de sus protagonistas y, así, la proporción de buenos gags durante la hora y media de enredos es llamativamente baja.