Es curioso lo que pasa con Woody Allen. O, tal vez, lo que me pasa a mí. Es un hecho que con tanta información que circula respecto a las películas antes de su estreno local, ellas ya vienen cargadas de una cierta expectativa previa: “dicen que está buena”, “anduvo muy bien”, “ganó tal o cual premio”, “parece que es pésima”. Lo mismo que recibe cualquier espectador de parte de amigos o conocidos, los que vivimos más cerca del mundo del cine lo vivimos de manera doble. O triple. Con Woody Allen esto, encima, incluye hasta elementos extracinematográficos.
Todo esto viene a cuento de que la prensa norteamericana maltrató MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA como no lo hacía hace tiempo con películas de Allen. En Estados Unidos, de hecho, tras una época en la que se lo criticaba bastante duramente, volvió a ser celebrado por películas que para mí están sobrevaloradas, como la mayoría de las que hizo en Europa, empezando por MATCH POINT (que no está mal pero tampoco es una obra maestra) y llegando al extremo con VICKY CRISTINA BARCELONA y MEDIANOCHE EN PARIS, dos éxitos de público y crítica para películas, en mi opinión, absolutamente mediocres. Solo coincidí en la apreciación de BLUE JASMINE, para mí la única película de sus últimos años que se acerca (hasta ahí) a la altura de sus mejores.
magic3Y ahora vuelvo al desacuerdo. Me doy cuenta que tiendo a apreciar las películas de Allen más livianas y simples. Las que más parecen ser un pasatiempo que, digamos, “hace de taquito”, las que no generan mucha excitación, entusiasmo ni potencial sorpresa. Me da la impresión que cuando intenta ponerse serio/filosófico o se vuelve guía turístico la cosa se le complica: o quiere ser algo que ya no es, o entra a un subgénero de postales de viaje que está al borde de lo patético. Lo curioso es que esta película tiene su dosis de esas dos cosas, pero en grageas pequeñas. No son tantas y, al menos durante buena parte de su metraje, no agotan.
MAGIA… es una historia sencilla. Es la de Stanley Crawford, un mago famoso en los años ’20. Un escéptico que no cree en la existencia de ningún tipo de “magia real”: mediums, sanadores, nada relacionado con lo espiritual o que no pueda ser probado o analizado. Un clásico personaje “woodyallenesco” que aquí tiene una interesante variante ya que lo encarna Colin Firth sin hacer, como muchos otros, una imitación del propio Allen. Sí, la neurosis es más o menos la misma, pero las formas son otras.
Un amigo suyo, mago también, le pide que viaje a la Riviera francesa a observar a una joven mujer estadounidense que está fascinando a varias familias millonarias que viven ahí haciéndolos hablar con sus muertos, adivinándoles el futuro y conociendo secretos de su pasado. Decidido a descubrir sus trucos, empieza a sorprenderse con los conocimientos y habilidades de esta mujer (Emma Stone), al punto de dudar de sus fuertes convicciones y de su escepticismo. En paralelo, claro, lo que empieza a pasar es que se enamora de esta chica, más allá de sus obvias diferencias (es una norteamericana del Medio Oeste) y de su desprecio profesional.
magic1A lo que va Allen en esta liviana construcción de comedia romántica de los años ’20 no es muy distinto a lo que va siempre: a enfrentar cierto escepticismo racionalista de sus protagonistas a un mundo de posibilidades que se abren a partir de la aparición de “lo mágico”, pero no en el sentido “hay vida después de la muerte” sino en cómo algo tan misterioso como el amor se introduce y aparece en las vidas de personajes lógicos y racionales haciéndolos actuar de maneras impensadas. Y la película, si bien carga las tintas sobre el final poniendo en palabras de los protagonistas una y otra vez esa dualidad, trata el asunto la mayor parte del tiempo de una manera discreta y casual, casi pudorosa, que la vuelve por momentos encantadora.
Gran parte de ese encanto, es obvio, se logra gracias a la brillante Emma Stone, cuyos ojos enormes atraviesan estos ejes temáticos casi obvios del guión para transformarlos en cuestiones más o menos creíbles. O, al menos, agradables de ser explorados. Es, sin duda, una de las actrices –y de los rostros– más memorables de la última generación de estrellas de Hollywood, uno que hace recordar a las grandes comediantes de la época de oro, más aún con el vestuario que usa en esta película. Ella es un elemento fundamental para que “la magia” aparezca “bajo la luz de la luna”.
magic2Es claro que esta temática que incluye la aparición inesperada del amor de un cincuentón con una mujer mucho más joven –en apariencia simple y de “otro mundo”–, relación que pone en duda y hace temblar su noviazgo con una mujer de su edad, no iba a ser del todo bien recibida en Estados Unidos. Allí, especialmente, todavía se lo critica mucho por hechos pasados de su vida personal (haberse enamorado de la hija adoptiva de su ex esposa) y por las repercusiones que eso tuvo. Encima, justo antes del estreno de la película, reaparecieron las acusaciones personales de abuso de otra hija de Farrow hacia Woody que volvieron a poner a buena parte de la prensa en su contra. Siendo un caso muy poco claro y sin ser la labor del crítico la de juzgar la vida personal de los artistas, me da la impresión que la crítica allí equivocó el camino y aprovechó la oportunidad para caerle encima con todo a Allen.
Lo cierto es que MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA no merecía ese maltrato. Es una película pequeña, menor, un pasatiempo/divertimento o como quieran llamarla, y no se sumará a la lista de sus obras maestras pero, al menos en esta etapa irregular de su vida profesional, prueba que todavía al viejo Allen le quedan unos conejos en la galera. Haber sumado a Emma Stone a su lista de grandes actrices (Stone protagoniza también la siguiente película de Allen junto a Joaquin Phoenix, actor que puede llevar al cine de Woody hacia lugares insólitos) es, tal vez, el último pequeño gran truco de su carrera.