La luz de la luna crea magia
Toda construcción cinematográfica es en sí un acto de magia, de ilusionismo. Para un conocedor del lenguaje esta existe en cada plano, y es que el cine de Woody Allen tiene mucho de esto. El director indaga siempre en el campo de la mimesis haciendo real lo irreal, planteando situaciones internas en metáforas visuales.
Su última película “Magia a la luz de la luna” (Magic in the Moonligth) alude a esta ilusión. ya en la primera escena, en un fastuoso escenario: El mejor mago ilusionista Wei Ling Soo despliega todo su encanto, pero ni su magia ni el personaje son reales, ya que el ilusionista oriental es representado por Stanley (Colin Firth) un caballero inglés, sarcástico, incrédulo y ateo. Muy vanidoso, se cree un genio, y todos a su alrededor parecen aceptar esto. Un amigo también mago, Howard (Simon McBurney), le pide que lo ayude a desenmascarar a una espiritista, ya que conocen los trucos de magia pueden descubrir juntos lo que la mujer esconde. Ambos parten a la costa sur de Francia, allí conocen a la joven y hermosa e inocente Sophie (Emma Stone), la médium, que ha sido llamada para una sesión por una acaudalada familia cuyo reciente heredero está enamorado de ella y pretende desposarla.
Hasta aquí un pensamiento crítico, dos hombres que toman la magia como un negocio pretenden descubrir el truco detrás de algo espiritual, en solo unos minutos Woody Allen nos presenta a todos los personajes y sus características, ambientando el relato en los años veinte, hace que la ingenuidad y las actuaciones teatrales parezcan naturales, sin dejar su característico humor sarcástico. Dentro de lo llamado “verosímil”, que existe como un contrato inconsciente que hace el espectador al creer una historia como verdadera, parte fundamental del mismo es el espacio donde se plantea, otra fundamental es el grupo de características que forman un genero: Un lugar de ensueño, un clima de verano, y la luz perfecta que realza todo a través de la de fotografía de Darius Khondji encuadra un estado idílico (comedia romántica). Entonces: ¿Qué pasa cuando las condiciones externas nos llevan a bajar la guardia, a ingresar en ese espacio ficticio?, las luces están dadas para crear un estado onírico, se ingresa en estado de vigilia contemplando lo que se ve como un sueño, creyendo real lo que se está observando. Es un poco lo que pasa en el teatro, en el cine, perdemos la noción de la llamada “cuarta pared”, el ambiente induce al espectador a ese estado donde todo es posible. Tanto, que si nos permitimos podemos experimentar y creer sin ver los hilos ocultos.
Particularidades del director
Woody Allen lleva en promedio una película por año, por más de treinta años realiza este ejercicio convirtiéndose en un hacedor de relatos. Una de sus características narrativas es crear personajes en crisis, complejos, como en “Blue Jazmín”, que despiertan a nuevas experiencias, vivencias que los lleva a descubrir espacios reveladores, ya sean estos reales como en “Vicky, Cristina, Barcelona” u oníricos como en “Medianoche en Paris”. En sus comienzos New York fue su locación favorita, en los últimos años abrió sus caminos a la aventura de descubrir nuevas ciudades, espacios y hasta tiempos. En “Magia a la luz de la luna” juega a ser mago y nos invita a entregarnos a la ilusión y contemplar el amor como un acto de magia, porque si hay algo que no se puede explicar, es la magia del amor. Con la difícil misión: que el mejor mago crea en el acto de magia.