Magia a la luz de la luna
Woody Allen es un cineasta compulsivo. Y no solo por sus muchas obsesiones y dilemas con la vida y la muerte, sino con el simple hecho de que tiene que sacar una película cada año. Quizás sea uno de los cineastas que menos haga esperar a sus fanáticos, que son recompensados anualmente con una magnífica historia, generalmente de amor, como los clásicos Annie Hall o Manhattan, o sus actuales grandes logros Blue Jasmine y Medianoche en París. Pero esta vez, su último esfuerzo parece haber sido bastante apresurado.
Con Europa de los años '20 como escenario, Magia a la luz de la luna es a primera vista un esplendor cinematográfico. Es una pieza de época que cautivará a los aficionados del período, de su estética, y su música. Y tiene todos los elementos del universo Allen, desde la neurosis que inunda y ahoga a sus protagonistas, hasta el esplendor de una comedia encantadora.
Y la trama no está para nada mal: el ganador del Oscar Colin Firth interpreta a un mago que se disfraza de chino en el escenario para una puesta más teatral, y porque su anonimidad le permite en su tiempo libre desenmascarar a ilusionistas que alegan que su magia es verdadera. Y eso es precisamente lo que un amigo le encarga en esta película: revelar la estafa de una atractiva médium interpretada por Emma Stone, cuya embaucada a una familia de buena posición parece ser impenetrable. Pero Firth -ateo, cínico y propenso a generarse enemigos debido a su naturaleza directa y sin escrúpulos- pronto cae bajo su hechizo.
Con un elenco estelar con Colin Firth y Emma Stone como protagonistas, acompañados por Marcia Gay Harden, Eileen Atkins, Hamish Linklater y Jacki Weaver, Magia a la luz de la luna es en principio encantadora; una comedia romántica mejor que tantas otras, pero es una decepción para todos los fanáticos de Allen, que se van a encontrar con una película poco memorable, y cuyos personajes principales no encuentran ni una pizca de química de la que agarrarse para crear un romance inolvidable.