Road movie en zunga y con esteroides.
Magic Mike XXL (2015) caerá en la creciente lista de “secuelas innecesarias a la caza de un mango extra a costa del éxito inesperado de la producción original”. No hay nada que podamos hacer al respecto, digámoslo desde el arranque y saquemos a ese enorme elefante de la habitación. Saquemos al elefante metafórico y hagamos espacio literal para los bailarines cuyos músculos también necesitan cierto lugar para hacer su gracia. Magic Mike (2012) había sido un éxito inesperado que -sin dejar de ser un mero entretenimiento- combinaba el espectáculo del erotismo masculino con una historia de “maestro y aprendiz” que intentaba brindarnos más de una capa de lectura, y se apoyaba 100% en el tándem Matthew McConaughey- Channing Tatum. En esta ocasión McConaughey se bajó del proyecto y Tatum es el encargado de llevar todo el peso en sus aceitados hombros.
Transcurrieron tres años desde lo ocurrido en la primera entrega, y ahora Mike (Tatum) se encuentra alejado del mundo de los strippers y los clubes nocturnos. Vive una vida tranquila junto a su prometida y se dedica tiempo completo a su negocio de muebles artesanales (porque claramente el cliché de los hombres viriles siempre los obliga a hacer cosas con sus propias manos). Pero cuando su prometida abandona el barco, Mike vuelve a reconectarse con sus viejos amigos de la noche y se suma a un viaje hacia una convención de strippers. La película se encarga en cinco minutos de destruir todo aquello que el personaje de Tatum construyó durante el film anterior, simplemente para restaurar la fórmula “tipos musculosos sin ataduras y bien predispuestos para divertirse”.
Es así como nos encontramos ante una road movie que inserta como puede secuencias en las cuales los muchachos hacen su necesaria gracia y exponen sin restricciones pectorales, glúteos y abdominales en las situaciones menos esperadas, como puede ser comprar comida en una estación de servicio. Ya sin el club nocturno como espacio de acción, el formato road movie obliga a los guionistas a sacar conejos -sin doble intención- de la galera para justificar que los muchachos hagan lo que hacen. Y por tratarse de una película de bailarines eróticos, los números musicales son escasos y sin mucho trabajo coreográfico, incluso en la secuencia final.
La ausencia de McConaughey obliga a que los amigos de Mike tengan más peso en el relato, y es así cómo cada uno tendrá “su momento” dentro del film. Los guionistas intentan meter en medio de esto una historia de amor entre Mike y Zoe (Amber Heard) para levantar un poco los ánimos, pero con apenas tres escenas entre ellos es un poco difícil construir algo atractivo, o creíble. Heard no es una actriz descollante, pero así y todo se la percibe desperdiciada. Lo mismo ocurre con las apariciones especiales de Andie MacDowell y Jada Pinkett Smith. Finalmente cuando llegamos a la resolución del film -no decimos conflicto porque difícilmente haya uno- la historia se ha ido por la tangente de tal forma durante sus eternos 115 minutos, que poco nos interesa lo que vaya a pasar, sin importar cuánto aceite y purpurina intenten echarle encima.