Magic perdió la magia
Una secuela en la que Channing Tatum y sus compinches no están a la altura del film original.
En 2012 Steven Soderbergh filmó Magic Mike, una comedia sobre strippers masculinos hecha con pocos recursos y mucha simpatía. La apuesta fue tan exitosa que tres años después llega la inevitable secuela. Ya no está SS al frente (aunque se reservó un lugar como productor ejecutivo y aparece con distintos seudónimos como responsable de la fotografía y la edición) sino su habitual asistente de dirección, Gregory Jacobs, responsable de la floja remake de Nueve reinas (Criminal).
Esta segunda entrega tiene el agregado de XXL. Puede ser más grande en presupuesto, pero en cuanto a resultado artístico le cabe mejor una S (de Small). No es que sea particularmente mala (se sigue con ciertas sonrisas producto de esa apuesta permanente al ridículo, al placer culpable), pero el asunto tiene demasiado de piloto automático (el guionista, Reid Carolin, es el mismo).
La idea es un poco la de la saga de Rocky (y tantos otros films), aunque aquí la cuestión no es volver al ring sino a los escenarios rodeados de mujeres ardientes que acompañan con alaridos cada uno de sus contorneos eróticos. Mike (Channing Tatum) ha montado una pequeña empresa de reparación y confección de muebles, pero la madera (sin referencia a sus dotes actorales) no parece ser lo suyo.
Cuando sus viejos compinches (Matt Bomer, Joe Manganiello, Kevin Nash, Adam Rodriguez) pasan por el lugar lo convocan a partir de una mentira (que uno de ellos ha muerto), pero en vez del funeral se encuentra con una de las típicas fiestas descontroladas. No tardará en unirse a la troupe con destino a una convención de “entretenedores masculinos”. Hay algunas peripecias típicas de road-movie (por allí aparecen Andie MacDowell en plan MILF sedienta de amor y la bella Amber Heard como objeto del deseo) y un puñado de las esperables coreografías para la platea femenina.
Eso es todo. Ni más ni menos (aunque cabe destacar que ya no está el Dallas del gran Matthew McConaughey). Un film discreto que algunos defenderán desde un aspecto más intelectual analizando las implicancias sociológicas, con temas como la ambición, la explotación del hombre, los límites de la pornografía, el hedonismo, el consumismo, la disciplina en el arte y un largo etcétera. No me atrevo a tanto. Para mí es un producto con algunos pocos momentos disfrutables, sí, pero al fin de cuentas decididamente menor.