Como sucedió con la reciente PITCH PERFECT 2 llega a la Argentina MAGIC MIKE XXL, la secuela de la película de Steven Soderbergh, más como consecuencia del éxito de ambas sagas en los Estados Unidos que por sus respectivas resonancias locales. En el caso de PITCH PERFECT, la segunda fue un enorme éxito muy superior a la primera en EE.UU y acá volvió a pasar tan o más inadvertida que la primera. Es muy probable que suceda lo mismo con MAGIC MIKE, cuya primera parte fue completamente ignorada aquí mientras en EE.UU. se convertía en un suceso de 115 millones de recaudación. A diferencia de PITCH PERFECT a la segunda película de la saga de los strippers no le fue tan bien allí como a la primera, pero se estrena acá igual.
Y lo curioso es que es una buena película: mejor que la primera, más relajada, más erótica, más divertida y con una libertad narrativa (y sexual) muy superior no solo a la anterior sino a la media del cine comercial norteamericano. En cierto punto, me hizo recordar a TOURNEÉ, la película del francés Mathieu Amalric, en la que el hombre se iba de gira por pueblitos de Francia con un grupo de artistas de burlesque. Apostaría a que los cinéfilos de Soderbergh (productor y director de fotografía aquí, bajo su habitual seudónimo de Peter Andrews que usa para estos casos) y su habitual asistente Jacobs (ahora director, como lo hizo en la olvidable remake de NUEVE REINAS, titulada CRIMINAL) en algún punto se habrán inspirado en el filme.
magic-mike-01-800Channing Tatum, que al final de la primera parte había abandonado el trabajito de male stripper para trabajar de otra cosa y formar una familia, se reencuentra tres años después con algunos de sus ex compañeros que se juntan para hacer un último show en una convención del “gremio”. Ya no está el lider y MC que encarnaba Matthew McConaughey y los muchachos siguen con sus viejas rutinas, ninguno animándose a salir a probar otras cosas, tanto en el escenario como en la vida.
Lo cierto es que el bueno de Tatum –al que las cosas fuera del negocio no le salieron tan bien como suponía– termina reuniéndose con la banda y la película será una road movie en la que se irán mostrando sus pequeñas desventuras, su camaradería, sus peleas, fiestas y encuentros con chicas, el reencuentro con algunas viejas amistades y con señoras que buscan sexo, hasta llegar a la tan mentada convención. Estarán las escenas que, se suponen, irán a buscar tanto mujeres como hombres que disfruten de los strippers, pero el corazón de la película pasa por la relación entre los muchachos, veteranos cansados ya de repetir rutinas, y la gente con la que se van encontrando.
magic-mike-xxl-amber-heardSi hay un eje argumental está ligado al intento de Tatum de que sus colegas dejen de hacer esas viejas rutinas agotadas (el policía, el bombero, el cowboy, todo ese combo Village People) y se expresen de una manera que les sea más propia y ligada a sus intereses. Las experiencias en el camino ayudarán a que eso suceda. Lo mejor del filme esta vez está relacionado a la camaradería, el placer y la sensación de que este tipo de entretenimiento sexual puede ser liberador, positivo y amable, a años luz de la imagen más oscura y algo turbia que suele tener y que posiblemente sea más realista.
Jacobs, Soderbergh y Tatum no van aquí por el realismo sino por algo parecido a una road movie algo lírica, liberadora y lúdica, casi como una película independiente de los años ’70. Por supuesto que aquí y allá estarán las sesiones eróticas esperables, pero aún en esas circunstacias la película apuesta no tanto por el show o el shock sino por una extraña mezcla de agresividad sexual y ternura. Como si en el fondo, pese a sus años de gimnasio y su look de patovicas entre torpes y simplotes, los protagonistas de MAGIC MIKE XXL (Tatum, Mike Bomer, Joe Manganiello, Kevin Nash, Joe Rodríguez) y los personajes que aparecen en su recorrido (Jada Pinkett-Smith, Elizabeth Banks, Amber Heard, Donald Glover, Andie McDowell) se convirtieran en una suerte de poetas del amor físico, liberados y liberadores profetas del disfrute sexual. Algo que, en el cine norteamericano, no es nada común.