Por cuatro días locos
La secuela de la exitosa Magic Mike (2012) funciona más como una vuelta al universo de la primera que como una “continuación” propiamente dicha. Ya sin la dirección de Steven Soderbergh, Magic Mike XXL (2015) se aproxima más a una película televisiva, pero tiene sus puntos de interés.
La primera parte fue, acaso, un batacazo inesperado. Se trataba de una producción económica para los estándares de Hollywood, con un elenco en el que tan sólo había una estrella en renovado ascenso (Matthew McConaughey como Dallas, aquí ausente) y la exploración de un mundo que habilitaba perfectamente el tono cómico pero, a la vez, podía inmiscuirse en el drama. El mundo de strippers, con su desenfreno, el compañerismo, y las exigencias del afuera, que exigía madurez y comportamiento.
La segunda parte está dirigida por Gregory Jacobs y, alejado Dallas, se centra más en el punto de vista de Mike (Channing Tatum), quien ahora diseña muebles pero no deja de añorar sus virtudes frente a la platea femenina. No tardan en aparecer sus amigotes (Matt Bomer, Joe Manganiello, Kevin Nash y Adam Rodriguez), quienes –broma pesada mediante- lo “enganchan” en el plan de volver con todo para participar de una convención de strippers.
Lo que sigue, claro, es deliberadamente anodino. Resultaba mucho más interesante la exploración de este universo grasa y exultante de testosterona en la primera parte, más concentrada en una “trama” y en cierta medida más sorpresiva. No obstante, hay un espíritu que late en la película y le da un aura de frescura, sobre todo en la despreocupada forma en la que el relato grafica ese viaje en el que aparecen algunas bienvenidas “sorpresas” (el encuentro con el personaje de la reaparecida Andie MacDowell y sus amigas, por ejemplo).
Si el guion es entre elemental y pasatista, los diálogos son más elaborados, diseñados a medida de los personajes pero no por eso menos inteligentes. En este sentido, hay momentos que –obviado el desparpajo- la película adquiere una textura similar a las películas de Richard Linklater, en donde una cámara y dos personas apoyadas en un auto pueden ser más reveladoras que un viaje al fin del mundo.