Parecía que todo estaba contado. Que ya no había nada más por desarrollar por Steven Soderberg en “Magic Mike” (2012). Todo cerraba en los personajes y en la historia sobre los avatares, la vida cotidiana, y los códigos en el mundo de los strippers. Pero algún ejecutivo sacó cuentas con el contador y se preguntó: “Por el valor de otra entrada… ¿no querrá el público saber qué fue de la vida de Mike (Channing Tatum)?”
Al final el tipo dejaba el oficio de stripper para focalizarse en una vida menos… agitada, digamos. “¿Y sus amigos? No estarán deseosos de enterarse lo sucedido con el resto de los porta-abdominales Richie (Joe Manganiello), Ken (Matt Bomer), Tarzan (Kevin Nash), Tito (Adam Rodriguez) y Tobias (Gabriel Iglesias)?”
La respuesta sería no. No, gracias.
Ya sabemos todo lo que queríamos saber en aquella primera parte que jugaba mucho (y lo hacía en forma muy efectiva) con simplificar el asunto sin dobles lecturas ni pretensiones: un grupo de tipos que sabían aprovechar la “dotación” entregada por Dios para hacer algo de guita extra mientras se conserva un laburito en el rubro de la construcción, comercio, gastronomía, o lo que sea. A lo sumo, ponía sobre el tablero las dificultades para relacionarse orgánicamente con la gente que vive de día, en especial esa chica que tanto le gustaba a Mike. Ahora tenemos un par de talles más: “Magic Mike XXL”
El XXL del título (en lugar de un 2, o un II estilo Rocky) supone una secuela en la que se avisa que todo lo visto antes, ahora está magnificado, sobredimensionado. ¿Nos referimos a algún conflicto? ¿La dificultad para insertarse socialmente, por ejemplo? ¿La falsa moralidad de una sociedad que condena a los trabajadores de la noche? No, que va. Al contrario, el guión arranca de raíz toda posibilidad de tratamiento de temas sociales, más que algún atisbo que no pasa de una frase hecha o un titular de diario vespertino.
La decisión tomada por el director es la de iluminar la ruta, la noche, el día, caras, brazos, piernas, entrepiernas, tetas y abdómenes con todo lo que puedan aguantar las lentes HD logrando que, como dice un amigo, “el producto esté plagado de colores primarios muy vivos lo que implica una ausencia total de materia gris”. Claro, tal aseveración obedece a la pobrísima excusa que el libreto esgrime para justificar esta continuación, en conjunción con la descontada falta de interés del espectador por utilizar sus neuronas.
Así, esta pretendida road movie llena los ojos de planos detalles, sonido envolvente, una banda sonora cuidadosamente seleccionada con temas acordes a la propuesta, y por supuesto, belleza. La artificial. La que criticaba tan brillantemente Ben Stiller en “Zoolander” (2003). La belleza que se paga por ver. Es tal el regodeo y el subrayado sobre los cuerpos esculpidos a fuerza de gimnasio y anabólicos, que sin darse cuenta “Magic Mike XXL” cae, tal vez sin proponérselo, en un discurso misógino y discriminador (más por omisión que por declamación). Será por eso que no se molesta en aclarar por qué vemos que sólo las mujeres obesas, negras, y fiesteras pagan por acceder a estos placeres.
A lo mejor uno, que busca otro tipo de estímulo en el cine, ya tiene demasiado visto en otras producciones como para encontrar en éste estreno algo para rescatar fuera de una notable factura técnica. Pero… ¿Cómo era la letra de esa canción? “…dale circo, dale un lindo show…”