La película original de Steven Soderbergh sobre un stripper que quería ser otra cosa no era demasiado buena, seamos realistas. Esta tampoco lo es, pero tiene dos ventajas: Channing Tatum afiló mucho más sus cualidades para la comedia (gracias, Comando especial) y la historia de volver para una última performance es casi deportiva y carece de las pretensiones de la original, lo que no deja de ser una virtud. Un pibe simpático, no más.