La película estrenada en el 2012, Magic Mike, fue una grata sorpresa para no solo la platea femenina. El film tuvo un presupuesto acotado en comparación con las grandes potencias de Hollywood y más teniendo en cuenta quién estaba en la dirección: Steven Soderbergh. El film protagonizado por Matthew McConaughey y el ascendente Channing Tatum, contenía humor, baile, sin abusar del recurso teatral de mostrar las coreografías enteras, y podía mechar, sin quedar fuera de lugar, escenas dramáticas. La historia de Mike encajaba a la perfección en el film y la mayoría de los espectadores quedaron sorprendidos por el resultado final. Fue divertido y un poco más.
Con mayor presupuesto y Soderbergh alejado de la dirección pero con un puestito de productor ejecutivo, llega la segunda parte. La secuela está dirigida por Gregory Jacobs, el habitual asistente de dirección del director de Traffic (2000) y responsable de Criminal, la remake de Nueve Reinas. Pensada como una manera de expandir el universo de estos “animadores masculinos” y relatar el karma de aquellos que deciden elegir la vida de stripers, la cinta no es buena pero tampoco defrauda. Entretiene y eso no es sinónimo de algo malo.
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Mike Lane (Channing Tatum), el ahora dueño de una empresa de diseño y reparación de muebles, se lo puede ver desde el primer plano de la película un tanto reflexivo y amargado pero con una vida lejos de las preocupaciones económicas que lo perseguían en la primera entrega. Esta calma es interrumpida por la vuelta de sus amigotes (Matt Bomer, Joe Manganiello, Kevin Nash y Adam Rodriguez) que, con la excusa de que Dallas (Matthew McConaughey) había muerto, lo engañan y lo arrastran a una de esas fiestotas americanas llenas de alcohol, cuerpos esculturales y una gran piscina, para hacerle una proposición.
Hay que reconocer que hay varios aciertos: no tantos shows, momentos más intimistas y, sobretodo, la inclusión Andie MacDowell, Donald Glover, Amber Heard, Elizabeth Banks y Jada Pinkett Smith, que interpretan a personajes que aparecen en el camino de este grupo de stripers hacia su show de despedida y terminan colaborando con la causa. El film tiene fragmentos de road-movie, una carretera llena de percances muy divertidos y oportunos. Promediando la cinta, luego de su paso por una mansión destinada al placer femenino, una especie de Netflix pero de stripers, la meta de los protagonistas adquiere importancia y las escenas empiezan a cobrar sentido.
En la segunda mitad, la película es todo más concreto y esperable, pero no por eso malo. Como se dijo antes, lo entretenido está bien y es lo que logra, con escenas de baile y canto más ostentosas, que dejan en evidencia el incremento en el presupuesto, pero también con el desarrollo de los personajes que no se pudo disfrutar en la primera entrega porque la trama ocupaba mayor espacio. Joe Manganiello y Matt Bomer se lucen en sus momentos, muy divertidos ellos y bastantes simpáticos hasta para la platea masculina. En resumen, carece de una trama sólida, pero no decepciona. Entretiene, te hace mover los pies en reiteradas ocaciones y te saca varias sonrisas. Esta vez, solo es divertida a secas.