A esta altura, decir que Steven Soderbergh está en cualquiera es de lo más sencillo. Desde Traffic hasta Che -pasando por Full Frontal, ese experimento que le valió un fogoso "Your movie sucks!" por parte de Roger Ebert- hemos acudido a la degeneración de sus ideas. Habrá que ver si eso es completamente malo.
Si de degenerados hablamos, tenemos que centrarnos en Dallas (Matthew McConaughey), el rey de la pista, el individuo torneado que lleva adelante el lucrativo negocio de hervirles la sangre a legiones enteras de mujeres. Dallas regentea un club de strippers lleno de potros. Las chicas aúllan en cada una de las funciones, y los slips de los bailarines (abultados per se) terminan llenos de billetes.
En esta parte del mundo entendemos que los albañiles no la pasan del todo mal en USA. Allí se los conoce como "contratistas". Muchos films y series animadas los muestran como tipos socarrones que ganan sus muy buenos mangos y que generalmente se burlan de sus clientes (padres de familia obesos que no saben revocar una pared). Todos los contratistas tienen camionetas porongonas (Dodge Ram, Toyota Tundra, Ford Ranger Platinum) y generalmente son individuos musculares y autosuficientes. De establecerse y armar una flia, ni hablar. Eso es de imbéciles.
Mi truco me hace ganar
nenas bohemias.
Amén de tan venturoso prontuario, Adam (Alex Pettyfer, bomboncito listo para degustar) acepta el convite de Magic Mike (Channing Tatum) y abandona el contratismo para probar suerte en el mundo de los strippers, por que ¡vamos, que sacudir los glúteos cuesta menos que instalar equipos de aire acondicionado, paga mejor y encima te podés convertir en el papu más deseado!
Dicho y Hecho: Adam se inicia en el juego, no sin algunos tropiezos preliminares. Es aquí donde hace su ingreso Dallas, el dueño del lugar, que acepta dichoso llevar adelante esta historia del patito feo (¿"feo"?) que se convierte en un cisne sudoroso capaz de generar 251 orgasmos al unísono con sólo mostrar una tetilla.
La historia -por supuesto- incluye otros cebos, como ciertos inconvenientes monetarios que se ciernen sobre el aparentemente lucrativo negocio de menear el ganso. También hay amor, y surge entre Magic Mike y la hermana de Adam (Cody Horne), una chica seria onda Mengolini que leé libros y viste sobriamente y no quiere saber nada con los strippers, repitiendo aquélla historia (una vez más) en la que dos personajes están realmente hechos el uno para el otro, pero hay un guión de por medio que se encarga de mantenerlos separados con pelotudeces.
¿Qué quiso hacer Soderbergh con esto? Probablemente nada. Quizá tuvo ganas de apartarse definitivamente de sus películas mejor aspectadas. Tal vez quiso degenerarse. Probablemente leyó la historia del joven Adam y su ascenso a la fama gracias a las enseñanzas de Magic Mike (al parecer es la historia de vida real de Channing Tatum) y le pintó filmarla, y eso es todo. Soderbergh supo declarar hace un tiempo que estaba -palabras más, palabras menos- hinchado las pelotas. Tal vez por eso Magic Mike resulte inimputable dentro de su degeneración. Lo peor de todo es que está bien filmada, y resulta moderadamente entretenida cuando no directamente maravillosa (esto es, cuando Matthew McConaughey hace alguna de las suyas). Obviamente hay pasajes innecesarios, como aquéllos en los que Mike y Adam forjan su amistad y se tiran al río juntos.. escenas a través de las cuales los intelectuales nos avivan y nos hablan de homosexualidad latente como si hubiesen descubierto la puta pólvora, como si fuera harto difícil detectarla.
Por cierto, el film fué editado por el mismísimo Soderbergh, que utilizó el simpático alias de Mary Ann Bernard.
Si Magic Mike la guionaba Seth Rogen y la filmaba Judd Apatow íbamos a estar hablando del Segundo (ó Tercer) Resurgimiento de la Nueva Comedia Americana. Así con mayúsculas. Para darnos el lujo de acuñar corrientes, vicio bastante común en estas latitudes donde los albañiles aún no cuentan con la posibilidad de soñarse contratistas.