Poner el cuerpo
El ecléctico realizador Steven Soderbergh entrega con su Magic Mike (2012) una mirada cruda pero no cruel sobre las vivencias de un stripper que se replanteará su presente y su futuro.
¿Qué tienen en común una película icónica del cine independiente norteamericano como lo es Sexo, mentiras y video (Sex, lies, and videotape, 1989) con la saga de La gran estafa? Poco y nada. Si recorremos la prolífica carrera de Soderbergh, encontraremos prácticamente a todos los géneros y sub-géneros en ella. Se le animó al drama, la comedia, la biopic (con sus dos películas sobre el Che Guevara), la ciencia ficción, el romance, el policial, y la lista sigue. Los resultados, es evidente, oscilan entre las películas regulares, las buenas, y las muy buenas. No es llamativo, entonces, que una historia centrada en el mundo de los strippers se sume ahora a su filmografía, que –según ha manifestado recientemente- está por terminar..
El Mike (Channing Tatum, actor que alguna vez fue stripper) al que elude el título es un treintañero que trabaja en una empresa constructora durante el día, hasta que llega la noche y se transforma en una de las principales atracciones de un club nocturno al que asisten muchas mujeres ansiosas de ver cuerpos trabajados en los más variopintos cuadros coreográficos. El dueño del boliche es Dallas (convincente y ajustado Matthew McConaughey), hombre que se conoce todas las reglas del oficio y que por lo tanto instruye y dirige a sus chicos. Un día, el Mike diurno conocerá a Adam (Alex Pettyfer), jovencito al que le cuesta conseguir un trabajo que lo conforme. De forma bastante casual terminará siguiendo los pasos de su compañero, y descubrirá un mundo hasta entonces desconocido del que formará parte. Hasta ese momento la mejor compañía era la de su hermana, una estudiante de psicología que llamará la atención de Mike.
La película refleja diversos tipos de vínculos masculinos heterosexuales, siempre en torno a los modelos que de éstos se desprenden. Hay algo paternal en la relación amistosa de Mike y Adam, en la forma en la que el primero lo guía y al mismo tiempo lo protege. Por otra parte, Mike mira Dallas como un contra-ejemplo, el modelo del que tarde o temprano se alejará. Su deseo es tener un “trabajo normal”. Y el muchacho se esfuerza, por más que los bancos le den la espalda (en una secuencia que destroza –una vez más- al tan vapuleado american dream).
Otro punto interesante del film es el retrato del cuerpo masculino. Lejos de la mojigatería que habitualmente vemos en el cine norteamericano, Soderbergh no teme filmar torsos, entrepiernas y glúteos de forma bien directa, asumiendo que de eso se trata: de ver a través de los ojos del show, para luego ponerlo en entredicho, cuestionarlo. No obstante, siempre lo hace a partir del punto de vista de los personajes. Explora un mundo que puede resultarnos exótico, bizarro e incluso berreta (¿por qué no?), pero asume que sus criaturas tienen los mismos temores y necesidades que podemos tener nosotros. Esencialmente, las vinculadas al porvenir. Por eso nunca son juzgados o señalados. Si aparece esa mirada, es a partir del personaje de la hermana de Adam. Mirada que la película relativiza al mostrar qué es lo que siente Mike.
Magic Mike es una de las gratas sorpresas del año, un film que conmueve y que demuestra que estos hombres de calendario pueden emocionarse y también emocionarnos, más allá de los dólares que lluevan a su alrededor.