Cada nueva película de Steven Soderbergh es como uno de esos bailes exóticos rematados con desnudos que los strippers en Magic Mike ofrecen en sus actuaciones: una coreografía amalgamada donde sinceridad y mentira, artificiosidad y espontaneidad, arrancan un aplauso cómplice cada noche. El film resulta un producto bastante entretenido, pero se queda corto tal vez por las expectativas que siempre despierta uno de los cineastas más polifacéticos e irreductibles del cine moderno.
La historia firmada por Reid Carolin arranca con un tono cómico y jovial, beneficiado por la naturalidad técnica del realizador, tan fresco en su planteamiento visual y narrativo que en ocasiones incluso coquetea con el formato casi documental. Pero a medida que el conflicto avanza y los entretelones del negocio se abren paso, el conjunto cambia de tono y se convierte en ese cuento melodramático de superación que tantas veces hemos visto, volviéndose un tanto pesado en su previsibilidad. Aunque la historia se concentra primero en el novato The Kid (El Chico), aderezada con varios vestigios de conflicto entre algunos secundarios -cuyo elenco incluye cuerpos bronceados y muy trabajados como los de Matthew Bomer, Joe Manganiello y Adam Rodriguez- el guión elige enfocarse en Mike y su relación amorosa con la hermana de su protegido -una desangelada Cody Horn, a la que todavía le falta pasta de actriz- y, de rebote, darle una plataforma a Dallas (McConaughey) para lucirse en su escenario de vieja gloria a la que los quince minutos se le han acabado.
Con todo, Magic Mike luce bien en pantalla, tanto en su espectro visual como en su elemento humano, con un Channing Tatum totalmente entregado en su recreación de lo que más o menos fue su propia figura, un Alex Pettyfer simpático que tiene uno de los papeles más interesantes de su intermitente carrera, y un colosal Matthew McConaughey, que ofrece la mejor versión de sí mismo al conseguir unir en el personaje de Dallas todo su talento interpretativo y su evidente amor por el esplendor físico y la demostración pública del mismo.
Magic Mike funciona mejor de lo que uno esperaría de una película de strippers. Se aleja de la comedia fácil pero tampoco se acerca al drama aleccionador, sino que balancea su historia y sus personajes dándoles algo de dimensionalidad, a la vez que muestra los cuerpos de las estrellas nacientes del medio sin problema alguno, causando suspiros en la platea femenina y no necesariamente enojos en la masculina, que también fue razón de su éxito y de que exista una secuela en los planes.