El Truco Viejo
Steven Soderbergh es un director esquizofrénico. Esta no es una acusación. Uno de sus primeros largometrajes, Schizopolis protagonizado y dirigido por él mismo, así lo demuestra. Y esto no incluye el hecho de que se pone diversos seudónimos para ocupar otras ramas técnicas de sus películas, como por ejemplo, Peter Andrews, el supuesto director de fotografía de todos sus films.
No, sino porque es un director con múltiples personalidades, un camaleón, que aún con una cierta identidad visual y estética, no consigue nunca tener una autoría única, sino que esta adaptación medio forzada arrastrada al cine “Indie” o al cine industrial, pocas veces terminan dando resultados netamente satisfactorios. Si bien no soy enemigo acérrimo de su filmografía, tampoco encuentro una obra que me fascine en sí. Algunas me resultan más interesantes que otras en todo caso, como Vengar la Sangre, Confesiones de una Prostituta de Lujo, la muy dividida Traffic o La Nueva Gran Estafa, película que defiendo con capa y espada, un ovni en la trilogía protagonizada por George Clooney.
El caso de Magic Mike parecería ser el espejo de Confesiones… Esta película que tiene solo un par de años fue protagonizada por Sascha Grey, mítica y aún joven actriz porno interpretando a una “dama de compañía” (para no repetir el patético título en castellano). Un film íntimo y minimalista, sin conflicto al descubierto, sutil, notablemente interpretado, un reflejo sin prejuicios del trabajo de la prostitución entre las clases burguesas neoyorquinas sin caer en golpes bajos, ni sentimentalismo. Apenas con un poco de ironía. Tampoco se trataba de una obra maestra, pero era interesante, con verdadero espíritu Indie.
Magic Mike es completamente opuesta. Es pretenciosa, obvia, discursiva, sumamente convencional y previsible. Y lo peor de todo es que Soderbergh con su estética digital, su cansador gusto por la fotografía ocre, trata de ocultador, y las falencias narrativas, quedan más expuestas aún. Alguien me podría decir: “es un cuentito clásico bien narrado”. No, Soderbergh pretende sacarle lo clásico constantemente, le adjudica una intimidad sexual pretenciosamente tabú, pero que ha quedado obtusa desde los tiempos de Showgirls, con la que toca varios puntos en común. Magic Mike es CONVENCIONAL.
Mike (Channing Tatum) es un stripper que sueña tener su propia empresa de diseño inmobiliario. Un día conoce a Adam (Pffyster), un joven de 19 años sin rumbo que vive con su hermana mayor. Mike le da la oportunidad de trabajar como stripper en el club que dirige Dallas (McCoughney) y no le va tan mal: gana dinero, obtiene mujeres, pero además del trabajo entra en contacto con otros negocios que ponen en riesgo su vida.
El grave problema del film es que nos presenta un universo interesante que no logra profundizar demasiado. Apenas vemos un mero backstage de cómo se entrenan los protagonistas, pero el resto es muy superficial. Soderbergh presenta el club como si fuera Garry Marshall. Todas las coreografías son perfectas, con mucha producción, a las clientas el dinero le crece de las manos y por supuesto son todas jóvenes y atractivas. Vamos, Steven, podes ser un poco menos grasa que Michael Bay cuando querés.
Si bien no hay que sacarle méritos al grandote Tatum – que además inspiró el guión de la película con su pasado en el rubro – demostrando que puede actuar y bailar al mismo tiempo, con mayor naturalidad que en el resto de su filmografía, que Pffyster no es tan duro como aparenta en un principio y McCoughney está pasando un gran momento interpretativo – ver Killer Joe y Bernie para comprobarlo - la película no logra levantar. Los conflictos son tan previsibles y forzados que no provocan siquiera que sintamos empatía por los “traumas” de los personajes. Soderbergh en su frialdad no logra definir si filma un drama, una comedia. Es un híbrido sin magia ni alma. Solo con buenas coreografías. Aunque no está mal narrada ni tampoco aburre, las situaciones son tan clisés, los giros tan previsibles que no logra evadir ni un solo lugar común. Y si durante media película creíamos que al menos el director muestra sin prejuicios ni críticas la profesión, al final todo se desbarranca cuando emite una opinión moral al costado económico y ligado a las drogas del negocio nudista. Nuevamente, esto podría ser interesante, sino estuviera tan forzado para darle una progresión dramática a la historia que posiblemente, habiéndolo evitado generaría mayor interés. No descubrimos nada nuevo. Obvio que todo es un negocio, y Dallas desde un principio es un símbolo del capitalismo, pero como el guión nunca logra profundizar al respecto ni se anima a realizar decididamente una crítica socio – político – económica de la “crisis”, esto queda de adorno a la subtrama menos interesante del film: los conflictos y las decepciones amorosas de Mike. ¿Es necesario golpear tanto al personaje? – aunque punto para Soderbergh que no se regodea en ello.
Magic Mike es un film superficial que no logra levantar la perdiz, que se fija demasiado en los músculos, la “belleza” externa y los cuerpos, pero le falta algo de cerebro, como a sus personajes. Reitero, hay buenas actuaciones desperdiciadas en personajes esquemáticos y estereotipados. No se consigue por esto mismo la verosimilitud que el director pretende con su repetida estética. Soderbergh en su esquizofrenia indie/industrial pega una de vez en cuando, sin importar con cuanto presupuesto cuente en la mano, algún proyecto interesante que justifique su continuidad cinematográfica. Aunque pareciera que si logra dar en el clavo, le sale más por accidente que por talento.
Será hora de probar con otros trucos. Los de Magic Mike son demasiado repetidos.