Juegos, trampas y dos tramas livianas
Fernando Díaz y Mad Crampi unieron fuerzas para co-dirigir Mala vida (2017), película que tras pasar por el 32 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata desembarcó en la 18va edición del Buenos Aires Rojo Sangre.
Con una impronta cercana al primer Guy Ritchie -el de la época de Juegos, trampas y dos armas humeantes (1998) y Snatch: Cerdos y diamantes (2000)- una combinación de tramas simultáneas, humor corrosivo y personajes coloridos, Mala vida (2017) traduce a códigos locales el subgénero de la comedia negra criminal.
Un grupo de ladrones con poquísimas luces decide dar un elaborado golpe en una Buenos Aires posmoderna donde Heidi -la máximia estrella Pop- desparece generando asombro en la opinión pública, al mismo tiempo que una chica sospechosamente parecida a la cantante se debate entre casarse o no con un ladrón de autos. En el medio de todo esto, dos amigos se topan con un bolso lleno de dinero que podría traer más problemas que satisfacciones, y por supuesto todos estos conflictos deberían fundirse en algún momento crucial del relato…
Bertha Muñiz y Maximiliano Ghione se destacan dentro de un numeroso reparto que incluye a Belén Chavanne, Joaquín Berthold y Miguel Di Lemme entre otros. El tono cómico que bordea lo absurdo sin abrazarlo completamente es uno de los elementos mejor aprovechados del film, que saca todo el provecho posible de su tan particular propuesta.
La producción independiente no sufre a pesar de un evidente bajo presupuesto y su estilo visual saca provecho de la creatividad para disimular otro tipo de limitaciones. Por desgracia la mayor falencia reside en lo poco efectivo que resulta ese tercer acto que promete unir todas las líneas argumentales, en un final que no termina de estar a la altura de todo lo construido previamente y nos deja con ganas de más. En el cine al igual que en el mundo del crimen, a veces las cosas no salen como fueron planeadas… pero siempre dejan algo que contar.