La cantante desaparecida
Mala vida es una comedia nacional dirigida y escrita por Mad Crampi (Run Run Bunny!) y Fernando Díaz. El reparto está compuesto por Belén Chavanne (El ciudadano ilustre, Hipersomnia), Joaquín Berthold, Maxi Ghione, Matías Marmorato, Vera Spinetta, Federico Liss, Ana María Orozco, Berta Muñiz, Magnus Mefisto, Lucio Greco y Miguel Di Lemme.
Heidi (Belén Chavanne), una cantante pop súper famosa que usa peluca roja, pareciera haberse esfumado de la noche a la mañana. Lola (también interpretada por Belén Chavanne), una chica ingenua, está de novia con Julián (Joaquín Berthold) hace dos semanas. Ella cree estar embarazada de otro, sin embargo Julián quiere cuidarla a toda costa y le urge casarse aunque recién se están conociendo. Debido al parecido físico que tiene Lola con Heidi, Acuña (Maxi Ghione), un delincuente de poca monta que tiene a dos secuaces incluso más inútiles que él, idea un plan: secuestrarán a Lola, la harán pasar por Heidi y pedirán una exuberante cantidad de dinero como rescate. Mientras tanto, en el noticiero, conducido por los personajes de Vera Spinetta y Matías Marmorato, entrevistan al “Gordo Grampa”, novio de Heidi que le lleva unos cuantos años de edad.
Muchos adjetivos pueden describir a esta película y ninguno es bueno. Grosera, bizarra, absurda, sin gracia, insoportable y la lista continúa. Hay tanta cantidad de personajes que el desorden es inevitable, causando un revoltijo sin ningún tipo de atractivo. Los “chistes” no funcionan, las actuaciones son pésimas porque el guión es un disparate atroz y debemos bancarnos hasta el hartazgo ver a gente drogándose porque sí.
Cada vez que aparece un nuevo actor en pantalla, esta se congela por unos segundos en unos tonos de color eléctricos y con un texto que nos indica nombre, signo, ocupación, expectativas y preocupaciones. Como el reparto es inmenso, el recurso se torna súper repetitivo y no funciona. El interés por la historia es nulo porque nada es tomado en serio. Esto no sería un problema si la película hiciera reír, pero el humor aquí no está presente aunque se supone que a eso aspiraron los guionistas.
Aunque solamente dura 72 minutos, la película se torna interminable. No logra captar la atención del espectador porque no existe un hilo conductor, no hay desarrollo: la película es un rejunte de escenas sin argumento. La fotografía, a cargo de Salvatore Luccerto, es lo único que puede destacarse ya que logra remarcar matices intensos de un Buenos Aires imaginario.
Mala vida constituye un producto cinematográfico terrible que vas a olvidar en pocos segundos.