Esta película de humor negro condensa varios géneros y estilos dentro de una misma historia. En principio puede notarse la parodización de personajes claves de cada género representado, así como también marcas de directores que ya tienen huella en la historia del cine, como Tarantino, en cuanto a ese gusto amargo que dejan determinadas escenas, en la exageración en las reacciones o el juego de las voces, por ejemplo. También en la ambigüedad que presentan los personajes, en lugar de quedar determinados como “buenos” o “malos”.
Los títulos y la introducción resultan originales y placenteros audiovisualmente, así como la presentación de cada personaje. La historia no trae nada nuevo, pero sí lo hace el relato, el cuál a través de la coyuntura entre imagen, sonido y efectos especiales, logra escenarios destacables.
Si bien hay un patrón que se repite y algo cliché, el de los delincuentes con pocas luces, resulta interesante la inclusión y la deconstrucción que hay con respecto al personaje de la travesti. La única relación amorosa es entre Lola y Julián, y resulta interesante la dinámica entre ellos porque se complementan de una forma en la que no se estamos acostumbrados a ver en películas argentinas. Lola es una combinación entre femme fatale y la “Lolita” de Kubrick. Julián, es el chico rudo y violento tratando de salir del tipo de vida problemática que lleva, sin embargo, tiene una debilidad por Lola.
La banda sonora es clave, es una elección excelente para este tipo de películas y muy precisa para cada escena. Mala Vida, cumple perfectamente con la función de entretener al espectador y ayudarlo a evadirse, como lo hacen Lola y Julián cuando van al cine.
Por María Victoria Espasandín