El documental puede construirse también como un espacio de reflexión, de planteos, de dejar fluir algunas de las hipótesis que se pretenden poner a prueba para que del diálogo entre el director, los testimonios y el público, puedan surgir algunas de las conclusiones o de las respuestas que se buscan.
El trabajo de Amparo González Aguilar en “Malamadre” ayuda a repensar el espacio de la maternidad, frecuentemente tan teñido de idealizaciones y de pensamientos color de rosa; intentando abordarlo desde una forma más real y alejada de todos los estereotipos, para este proceso que se presenta lleno de inesperadas contradicciones, aunque esté socialmente visto como un momento de plena felicidad y realización.
Aparecen los miedos, la culpa, la realidad que contrasta con esas ilusiones previas al momento de ser madres y el enfrentarse a la complejidad con la que se presenta esta nueva etapa, mucho más alá de los propios deseos.
De esta forma, González Aguilar, gracias a la variedad de testimonios que ha logrado reunir, conforma un caleidoscopio nutrido por la pluralidad de voces y vivencias que reflexionarán alrededor de esta temática. Algunas de ellas lo hacen desde la simpleza absoluta y con un tono directo y espontáneo, otras, con voces más reflexivas y más elaboradas, con una militancia y un pensamiento formado que aportan desde otros ámbitos y suman a lo que la directora quiere presentar y poner en crisis.
¿Qué es ser una buena madre?
Es la pregunta disparadora para que cada mujer, cada madre, comience a desplegar sus vivencias en torno a la maternidad, marcando, desde un primer momento, la clara diferencia entre ser madre y tener un hijo.
Básicamente se destaca ese amor incondicional que aparece en este vínculo para toda la vida y muchos casos reflexionan sobre el sentido de la elección, ese deseo planificado que permite, de alguna manera tomar conciencia de que este nuevo ser viene a nacer a través de los padres para poder hacer su trabajo en la vida, subrayando el marcado compromiso y la necesidad de entrega que aparece en este tránsito.
González Aguilar completa la potencia de los testimonios con algunos fragmentos que se sirven de las técnicas del teatro negro para poder representar lo que se está contando y también será una voz activa dentro del documental en tanto participe ya sea desde la voz en off, ya sea desde el testimonio junto a sus hijos de la construcción de este colectivo de voces que plantea “Malamadre”.
En ese momento, como sucede en algunos tantos otros documentales, la directora no puede desprenderse de sus propias vivencias para dejar que solamente el ojo de su cámara plantee su punto de vista.
Como si no confiase en la potencia de los testimonios que disparan cada una de las historias elegidas, refuerza sobre su propia historia, dispersando la fuerza narrativa lograda con las mujeres entrevistadas.
En ese momento, se pierde el tono intimista y reflexivo para ir a un relato más narcisista, más catártico, similar a lo que sucedía con “Desmadre” de Sabrina Farj o, en menor medida, en “Mi hist(e)ria en el cine” de María Victoria Menis, donde comienza a teñirse de la anécdota familiar personal y se encapsula en lo individual un relato que pretendía –y lo logra cuando escapa de lo egoico- ser colectivo y mucho más abarcativo que la mera instancia propia.
Inclusive, la presencia de sus hijos reflexionando forzadamente sobre cuestiones que corresponden al terreno adulto, aparece como una decisión desacertada que genera una completa fractura en el tono con el que se hilvanaba el documental, exponiendo a los menores a opinar y tomar partido sobre temáticas que claramente no pertenecen a su mundo infantil, borrando los límites de roles y espacios, con una sobreinterpretación que no suena armónica con el resto de la propuesta.
Se rescatan, sin embargo, algunos otros testimonios que permitirán hablar de muchos temas relacionados con el eje central, que comienzan a abrir interesantes espacios de reflexión que sería imposible abordarlos a todos ellos en un solo filme. Es así como también aparece el tema de la violencia frente a la cesárea y el “negocio” que se construye a partir de ello, la soledad de algunas de las mujeres en el proceso de crianza en donde los padres han desaparecido o son figuras completamente ausentes, el abandono y un sensible testimonio sobre el proceso de adopción, que marca en cierto modo, un abordaje de la maternidad desde otro lugar.
González Aguilar expone claramente esa fuerte contradicción entre la presión de los mandatos sociales a comportarse como una “buena madre” respecto al ideal a alcanzar, frente a la falta de contención que esa misma sociedad presenta, cuando las va expulsando invisiblemente de los espacios laborales, de las instituciones educativas, de la vida social en general. “Malamadre” logra entonces atravesar los mandatos, demoler algunos de ellos y permitir un necesario espacio de reflexión sobre el tema.
POR QUE SÍ:
«La directora completa la potencia de los testimonios con algunos fragmentos que se sirven de las técnicas del teatro negro para poder representar lo que se está contando»