El tercer largometraje de Alejandro Chomski, Maldito seas Waterfall, llega a los cines.
Cuando el cine argentino parece haber perdido la capacidad para asombrar, se estrena la película Maldito seas Waterfall, que lejos de tener potencial para volverse un clásico, se las arregla para darle una nueva mirada al cine contemplativo “de personajes” que tan de moda supo estar hace no muchos años en nuestra cartelera.
Roque Waterfall es un bohemio en el más amplio significado de la palabra. Quedo huérfano hace ya muchos años y habiendo heredado un departamento de sus padres, vive sin trabajar de lo que la renta le provee. Su vida gira alrededor del Club Atlanta, su supermercado, el mendigo que cruza todos los días, un ex combatiente de Malvinas con el que charla de filosofía, y su mejor amigo, quien entre porro y porro sueña con lograr la autonomía económica de Roque. La vida de Waterfall transcurre sin penas ni gloria hasta que se cruza por la vida con un productor que lo convoca para filmarlo en un documental, en el cual se busca retratar al auténtico sujeto contracultural que, aparentemente, Roque encarna.
Martín Piroyansky encarna a Roque Waterfall, y lo hace muy bien. Alejado de sus personajes anteriores, Waterfall es desagradable, pedante, y transmite con todo su accionar la verdadera esencia de un ser humano absolutamente vacío. Ni siquiera su pasión por el club de futbol justamente apodado “El Bohemio” es enfervorizada.
Maldito seas Waterfall- vision del cine
Maldito seas Waterfall- vision del cine
Es interesante la mirada que sobre el cae, Waterfall es el personaje que critica a la sociedad sin prestarle atención, al mismo tiempo que es el personaje sobre el cual el espectador emite juicio permanentemente. Su relación con Carla, su exageradamente cheta vecina, su auto destartalado pero que aun así no lo deja nunca a pie, hasta su pijama es claramente suyo.
El resto del elenco es desparejo, Luis Machin y Germán Antonio De Silva aun en papeles muy chiquitos están impecables, pero Juana Schindler como su partenaire esta demasiado exagerada para el tono actoral del resto.
El director Alejandro Chomski se da hasta el lujo de burlarse a sí mismo, en ese documental homónimo que no solo se filma, sino que se estrena y con un éxito inaudito, vanagloriando al mismo tiempo que lo critica, al ensalzamiento de este personaje que revierte valor artístico en contraposición al poco valor social que representa.
Rara por donde se la mire, perdida entre lo bizarro y lo contemplativo, Maldito seas Waterfall es una película nacional que puede gustar a un público muy reducido, pero que no tiene un enganche real para la cartelera cinematográfica.