Waterfall (Martín Piroyansky, en plan Jason Schwartzman) no trabaja. No es un desocupado, simplemente se dedica a vivir de rentas, dormir la siesta, deambular por el barrio y seguir a Atlanta, su club, cuya camiseta no se saca nunca. La existencia de Waterfall llega a oídos de un director alemán (Rafael Spregelburd) bastante excéntrico en busca de ideas. Y así, con su pasatismo impertérrito, será protagonista de su propia vida cotidiana transformada en proyecto ajeno.
Una vecina, un amigo (Walter Jakob), un par de personajes del barrio, completan el breve universo de Waterfall en esta comedia de humor absurdo, sexto largo de Alejandro Chomski. El resultado es muy divertido, con un humor asordinado que brota de las más mínimas situaciones, el fantástico Spregelburd hablando en alemán y una mirada que asume la naturalidad de sus excéntricos protagonistas, sin abrazarlos ni subrayar sus rarezas. Un cuento bienhumorado, con un registro -el absurdo- que aporta frescura, y no poca originalidad, al cine argentino de este año.