El terror por partida triple
Tres historias de terror (un género bastante olvidado en la cinematografía local) componen este film por el que transitan una serie de siniestros personajes interrelacionados por un individuo dispuesto a recorrer un perverso camino de maldad y de seducción. El primero de estos episodios transcurre en 1979, cuando la policía se topa con una misteriosa pareja en una casa derruida en la que se intuye el mal, al que le sigue la historia ambientada en 1999 en la que una extraña caja servirá para curar a un asesino. En el tercer capítulo, situado en 1989, un grupo de adivinas conocerá su inminente futuro de la manera más sangrienta. Sobre la base de estas situaciones truculentas, los directores Demian Rugna y Fabián Forte intentaron construir un film distinto, una especie de tríptico en el que el humor negro y el horror se diesen la mano con lo absurdo.
No era tarea fácil salir indemne de esta extraña experiencia para la que ambos realizadores se apoyaron en la truculencia, en la maldad a flor de piel y en situaciones que se extralimitan en cuanto a sangre y torturas. La intención de los realizadores, sin embargo, se vio bastante frustrada frente a un guión por momentos confuso que procura acercarse a ese tipo de películas que tan bien digieren los espectadores acostumbrados a esta temática, en la que no faltan ni esos personajes extraños con intenciones de matar a todo lo que se pone a su paso ni esas secuencias tan repetidas en films gore que durante años inundaron la cinematografía norteamericana.
El elenco trató de poner su pericia a esa cantidad de personajes que aportan sus rostros desencajados y sus manos siempre dispuestas a esgrimir las armas más insólitas, pero apenas consigue exagerar cada una de sus acciones. El equipo técnico luchó con cierta calidad por brindar una fotografía tan tenebrosa como las historias mismas, mientras que la música apoyó todas las secuencias con un ritmo oscuro y redundante. Malditos sean! queda, pues, como una película que lucha por lograr su objetivo, es decir aterrorizar sin miramientos y posiblemente se convierta, con el paso de los años, en una producción de culto.