Tras la genial primera entrega, que estableció una versión más aguda, original y alternativa de la clásica fábula con la que crecieron tantas generaciones y que altero la imagen de Maléfica para pasar de villana a heroína del relato, en esta secuela vuelve a transformarse en mito malvado producto de la ambición de poder de una nueva villana, esta vez, bien humana.
En Maléfica dueña del mal aquella relación nacida de la angustia, la revancha y finalmente el amor con su ahijada Aurora -Elle Fanning- se pone en jaque nuevamente cuando se hace inminente el matrimonio de Aurora con el Príncipe Phillip -Harris Dickinson-, motivo de celebración que también servirá para unir al mundo de los humanos con las criaturas del Páramo. No obstante, el odio entre los hombres y las criaturas aún persiste y, por motivos que luego la trama develara, la imagen de Maléfica ha sido manchada con la sombra del mal restaurando el viejo mito.
En esta nueva aventura de fantasía visualmente interesante, tanto en su diseño de vestuario como en el universo de cuento de hadas que habita, Maléfica deja de ser la villana de su propio cuento cediendo el lugar a la malvada reina Ingrith -Michelle Pfeiffer- en un relato que intenta, al igual que en el anterior film, despegarse de la fabula e incorporar nuevos elementos, giros y personajes a la historia. Pero esta vez no con los mismos resultados.
Si bien la rivalidad entre Pfeiffer y Jolie toman el centro del escenario -incluso cuando no tienen casi escenas juntas o compartiendo planos- y el magnetismo y química entre Jolie y Fanning dan fuerza a la historia, pareciera que los nuevos giros de la historia bastantes predecibles y personajes pocos explorados y sin desarrollar no logran cautivar de la misma manera que en la primera entrega.
Cierta intriga y oscuridad del comienzo desaparecen dando lugar mas a la acción y efectos especiales en este relato que, aún con su disfraz e impronta de cuento de hadas y entretenimiento infantil, intenta sacar a relucir los conceptos de los lazos familiares, la lealtad, intolerancia, el poder y la ambición, pero de forma liviana y sin profundizar.
Párrafo aparte para la escalofriante escena de la iglesia, cuya analogía con las cámaras de gas utilizadas por el Nazismo, pareciera exceder los parámetros de Disney.
Aunque esta secuela pretende ampliar la mitología de Maléfica y resurgirla como el Ave Fénix, no logra elevar los aspectos más interesantes del primer film ni cautivar y sorprender de la misma manera.