Una historia muy diferente a la que nos contaron
Maléfica, de Disney, da un giro al argumento que la misma compañía dio a su antigua versión animada.
¿Qué niño que haya crecido viendo las tradicionales películas de Disney no tembló ante la transformación de la bruja Maléfica en un dragón que peleó hasta la muerte con el príncipe Felipe, en La Bella Durmiente de 1959?
Ahora, se aleja del cuento original de los hermanos Grimm --los de Perrault y Basile eran más complejos aún-- y de la adaptación al cine que la empresa de Walt logró imponer como relato en el imaginario moderno.
Maléfica viene a "recomponer" algunos supuestos errores, propios de su transmisión por tradición oral, y a narrarla en primera persona por Aurora, aquella a quien se conoció como "La Bella Durmiente".
Ella quiere explicar las razones por las cuales Maléfica se convirtió en la villana.
Para ello, se retrotrae a un tiempo --que no registra antecedentes-- cuando el hada de alas negras y largas era una niña inocente que crecía en el páramo cercano al castillo real y construye una versión "verídica".
Toda la belleza pictórica que la tecnología actual permite para el 2D y 3D, parece haber derramado en los paisajes más luminosos u oscuros de esta película, con lluvias de pétalos y luciérnagas, bosques de espinos o sótanos profundos y seres mágicos horribles pero encantadores, que interactúan con los actores de carne y hueso sin brechas.
Y allí, majestuosa, bellísima, impecable, débil o indestructible, sensible y cruel a la vez, se erige la imagen de Maléfica en el cuerpo de una Angelina Jolie que parece danzar por encima de todo el elenco, entre el drama, el humor, el romance y el producto que, aunque calificado para mayores de 13 años, capta la atención de una franja algo menor, todavía infantil.
Como sucedió con Frozen, también de este año, Disney hace con el cambio de relato un viraje de enfoque, donde los absolutos --buenos, malos, príncipes salvadores, besos de amor eterno-- se relativizan y la realidad de los personajes se abre a experiencias y afectos diversos.
El anunciado brevísimo cameo de la pequeña Vivienne, hija de Jolie y Brad Pitt, es de lo más tierno de esta película que depara varios y en la medida justa para no olvidar que se trata de un cuento de hadas.