Un cuento de hadas con sello propio
En una relectura de la clásica historia de La bella durmiente, Angelina Jolie interpreta a la bruja, un personaje lleno de matices y complejidad. Una vuelta de tuerca necesaria para una fábula conocida y siempre rendidora en pantalla.
Los cuentos de hadas han pasado a lo largo de los siglos por todo tipo de revisiones. En el cine han tenido mayor o menor suerte, pero en la última década han sido afectados por una última revisión: la comprensión de la villana. Claro que en Espejito, espejito y Blancanieves y el cazador, la villana seguía siendo la villana, a pesar de sus conflictos y sus angustias. Pero Maléfica lleva la historia mucho más allá que cualquier otro cuento de hadas llevado a la pantalla grande. Y en ese aspecto, sin duda, estamos frente a una película brillante. La protagonista del film es Maléfica (que de adulta es interpretada por Angelina Jolie), quien lejos de ser victimaria, es claramente víctima de la maldad del futuro rey. En esta relectura del cuento de La bella durmiente no se pierde el espíritu de los cuentas de hadas, tan sólo se corre el sentido al intercambiar roles de héroe y villano. La joven durmiente recibe una maldición en su cuna, y se vuelven a repetir la rueca y el pinchazo en el dedo. Aquella metáfora del fin de la niñez en las mujeres sigue intacta aquí, la diferencia es que no es una mujer su enemigo. Y Maléfica, la que era la malvada bruja, se convierte aquí en un personaje maravilloso, lleno de matices y complejidad. Angelina Jolie brilla y domina la película de punta a punta, como si hubiera nacido para este papel. Y Ellen Fanning es una joven princesa –de nombre Aurora– creíble y carismática, además de bella. Aunque la belleza de Aurora es opuesta a la de Maléfica, ambas se lucen. Si los cuentos de hadas cumplieron desde siempre una función fundamental en el crecimiento de los niños, esta nueva versión es la que les corresponde a los tiempos que corren. Ya no hay mujeres adultas enemigas de jóvenes, ni se ve la entrada en la vida sexual como un espacio de letargo que sólo puede ser quebrado por la llegada del Príncipe Azul. El trabajo del director Robert Stromberg se ve por momentos sepultado en un cierto exceso de producción con algunas escenas de batalla poco justificadas. Pero esto no impide mantener alta la vara de la protagonista y su historia.
Como broche de oro, la canción del final la interpreta nada menos que Lana Del Rey, un combo ideal para una nueva generación que necesitaba un cambio en los cuentos de hadas.