BABY SHOWER ACCIDENTADO
De Malicious: en el vientre del diablo, último film del multifacético e irregular Michael Winnick, solo se puede decir una cosa: la intención de contar algo y presentarlo con solvencia está, lástima el resto. Probablemente no sea el peor film de horror del año, pero su propuesta es insípida, descafeinada y previsible, dejándonos con una cascara vacía que, sin embargo, hay que reconocerle sus momentos de tensión. Sin embargo, lo cierto es que el film naufraga mediocremente a través de sus diálogos, sus actuaciones y finaliza sin que haya nada demasiado memorable salvo el recorrido con algún sobresalto, una pequeña nota de color. Casi como el recorrido entre Mar del Plata y Buenos Aires por ruta: vacas, asfalto, verde, árboles, todo repitiéndose y resultando intrascendente, con quizá sí, alguna cosa llamativa y pintoresca en el medio pero, al final, no recordaremos nada memorable de ese trecho.
Malicious: en el vientre del diablo, cuenta la historia de una pareja que se ama, se ama tanto que el guion nos hace saber constantemente que se aman, de la forma más estereotipada posible, para comprender el dolor del previsible derrumbe de esas vidas. Todo esto, que puede sonar un tanto cínico, no lo es cuando se ve como la primera media hora se encarga de desarrollar la vida de la pareja de una novela televisiva en el proceso de tener su primer hijo, repitiendo frases de comerciales de bodas primero y de pañales después. En particular una pena porque Josh Stewart, el malogrado profesor de matemáticas Adam Pierce, es un actor que puede levantar el nivel de la saga de The Collector y Juegos de muerte, haciendo un personaje memorable a pesar de no tratarse del mejor material del horror actual. Pero aquí se derrumba pareciendo estar siempre anestesiado, repitiendo frases que lo hacen toda una caricatura de la lógica, algo de lo que no es responsable. Por otro lado, la pobre Bojana Novakovic tiene la tarea de interpretar a Lisa Pierce, la protagonista que desafortunadamente se encuentra absorbida por la chatura de un personaje sin relieve, destinado a sufrir bajo una entidad maligna que le obliga a cambiar el registro una vez avanzado el film. El problema es que esta nueva faceta resulta igual de irrelevante. El personaje de su hermana (Melissa Bolona) tiene más vitalidad por su sinuosa ambigüedad y energía, aunque el guion se valga de una secuencia de sexo completamente ridícula para tratar de definirla –porque Malicious es, además, una película muy moralista-.
Olvidamos hablar un poco de la entidad maligna, que en verdad sale de una caja de origen maya y se divide en cuatro personificaciones que indican la gravedad del maleficio. La idea, que puede ser buena, sin embargo no explica en absoluto por qué toma determinada personificación, debilitando notablemente toda la mitología sobre la cual se construye la “temible” maldición. Esto da lugar a segmentos inesperadamente cómicos: en un momento en la ducha el personaje de Adam es tentado, creyendo que se trata de su esposa, por la personificación “joven” -que en un giro extraño también sería su potencial hija (¡!)- de la maldición, resistiéndose pero aceptando gustosamente del trance. Cuando la entidad adquiere otra forma, definámosla como “señora vieja y fea”, Adam se espanta y decide escapar desnudo. Interesado para las maldiciones el muchacho. Por lo demás, hay creatividad en una puesta en escena que recuerda a films como Sinister o La noche del demonio pero, como se adelantó, quedan sumergidos en la mediocridad del resto de sus apartados (en particular, la idea en torno a cierto cuadro y la cena en un momento de conexión con la entidad maligna merecen ser destacados).
En definitiva este film de Winnick resulta insustancial y poco interesante a pesar de sus retazos de creatividad. Apenas anecdótico y muy por debajo de otros films que giran en torno a maldiciones y casas embrujadas.