A estas alturas, parece que es mucho pedirle al horror que entregue buenas películas. Pero si miramos al 2018 en general, podemos ver que estuvo dominado por un resurgir del género como no se veía hace tiempo. Buenos ejemplos como las espectaculares A Quiet Place y Hereditary, continuaciones como Halloween que rompieron la taquilla, y algún que otro etcétera nos da la pauta de que el horror no necesariamente tiene que innovar su todo, sino que le basta reacomodar un par de sus piezas para ofrecer algo sustancioso. No es el caso de la lamentable Malicious, una copia barata de lo que hizo tan especial a Insidious de James Wan.