Podría haber durado menos o ni siquiera haber durado algo, realmente es lo mismo. Pasará sin pena ni gloria por la pasarela de las pelis de terror y terminará inevitablemente en el olvido cinéfilo.
Si existe un tipo de película que abunde dentro del género del terror, esas son las que incluyen bebes. Nacidos o por nacer, hay incontables ejemplos de filmes en donde el foco es puesto sobre estas adorables y peligrosas criaturas. Desde el clásico Rosemary’s Baby (1968) que los productores buscan reeditar el éxito que se tuvo en ese momento, pero muchos han quedado en el camino, sin chances siquiera de pelearle de igual a igual a la cinta de Roman Polanski. Para intentar meterse de lleno en la conversación es que llega Malicious: En el vientre del Diablo (Malicious).
Michael Winnick se encargó de escribir y dirigir esta película que cuenta la historia de Lisa Pierce (Bojana Novakovic) y Adam Pierce (Josh Stewart), una pareja que decide mudarse al campus de una prestigiosa universidad luego de que a Adam, le ofrecieran el puesto de su vida en la institución y apenas unos meses antes de que tengan su primera hija. En medio de la mudanza y el acople al nuevo trabajo, Lisa recibe constantes señales de que algo en la casa a la que se acaban de mudar no anda muy bien. Una de esas señales, viene de parte de una pequeña caja decorativa que su propia hermana le regaló y que de donde luego de una experiencia traumática para todos, se dará cuenta de que una entidad maligna ronda su casa y sus vidas.
Las pelis de terror tendrían que empezar a considerar nuevos formatos para encarar sus ideas. Si bien en estos tiempos es mucho más fácil agarrarse de elementos ya creados anteriormente e intentar meterle mano con giros nuevos, el resultado suele ser siempre de mediocre para abajo. Este vuelve a ser el caso, pero no por querer evolucionar en cuanto a la premisa, que resulta ser bastante ingeniosa, pero sí en cuanto al desarrollo de la historia, personajes y situaciones. Después de un buen acto principal, los dos siguientes resultan ser tediosos, predecibles, aburridos y para nada aterradores. Los recursos cinematográficos son totalmente nulos, salvo por algunos movimientos de cámara que se combinan con el recurso trillado pero efectivo, de espejos y reflejos. El guion no termina de convencer, luego de un sólido arranque y a medida que corren los minutos se nota como todo lo que estaba bien construido se va quedando sin fuerzas y cae en el terreno de los lugares comunes que se pueden ver en todas las pelis de terror mediocres. Estereotipos en los personajes complementarios es otra de las tantas cosas que hacen ruido, teniendo en cuenta que solo hay dos personajes que tienen relevancia para la trama, el resto podrían haber tenido papeles un poco menos obsoletos.
En cuanto a las actuaciones, solo a la protagonista le alcanza para aprobar. Bojana Novakovic, a quien pudimos ver en la premiada I, Tonya (2017) es la que más minutos en cámara tiene y le saca provecho, teniendo en cuenta toda la carga dramática que tiene su personaje y la evolución que va teniendo el mismo. Sus rasgos faciales ayudan a que el papel le quede como anillo al dedo. El resto, no solo no está a la altura sino que hasta funcionan como un lastra para la rubia.
No hay muchas cosas que se puedan destacar, solo una buena premisa y su duración, ya que en solo 90 minutos la historia termina. Podría haber durado menos o ni siquiera haber durado algo, realmente es lo mismo. Pasará sin pena ni gloria por la pasarela de las pelis de terror y terminará inevitablemente en el olvido cinéfilo.